EN LA BOCA DEL LOBO

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Este capítulo, como sus partes, está  en revisión y edición.  Lo cual podría  incurrir en cambios.

—Cristales fuera.

Los ventanales caen al vacío. 

Por unos segundos el tiempo parece ir más  lento. El misil entra y sale. 

Y explota  a lo lejos.

IIIIIIIIIIIIHHHHHH.

Los oídos me zumban.

Pero no es momento  para dormirse.

Matt me extiende un fusil.

Disparo de inmediato.

Sin que el tirador pueda reaccionar.

Estoy totalmente  desnuda. Me enfurece aún  más  saber que me están  viendo unos extraños.

Disparo a ciegas. Pero soy certera.

—¡Aaaaahhhh!

El tirador cae al vacío.

Envío una ráfaga  de disparos al eje de las hélices. 

BUUUUUUUUUMMMMM.

La nave pierde el control. Traza círculos descontrolados en el aire. Y se estrella en tierra.

—Estamos bien —dice Matt.

Nos vestimos a toda prisa.

En los monitores del techo se ve a unos diez hombres subiendo  el ascensor. 

—Mierda. María, bloquea el ascensor. 

—¿Quién  es María?

—La computadora.

—Ya lo sé, idiota. Me refiero a en honor a quién  le pusiste así.

En los monitores se ve a los hombres armados subiendo las escaleras.

—Diana, han habido muchas Marías en mi vida.

—Pues será mejor que le cambies el nombre o ya no habrá más  Diana en tu vida.

—¿Siempre has sido así  de celosa? —dice reprobador.

Silencio. 

Me quedo como niña regañada.

Debo controlarme. O las cosas terminarán  apenas cuando acaban de empezar. Debo tratar de ser un poco más… Dulce.

—María, cables para descenso.

Escucho zumbidos. 

En los bordes de la habitación  han aparecido Dios sabes cuántos cables que se precipitan al vacío. 

—¿Por qué tienes tantos trucos preparados?

—Me adelanto a los hechos —dice sonriendo—. Deberías disparar menos y jugar más  ajedrez.

—Pues mi puntería  también  nos ha salvado, si estuvieras con una modelito ya estarías  en pedacitos.

—¿Cómo sabes que el hecho de que estuvieras aquí no formaba parte de un plan de supervivencia?

Lo observo.

—Imbécil.  No dejaré que me toques de nuevo.

No. No puedo ser dulce con este patán. 

Me besa a la fuerza.

—Nunca dejes de hacerte la difícil... Ahora salgamos de aquí. 

Cojo el fusil y mis pistolas.

Nos ajustamos los arneses. Y descendemos haciendo rapel. 

Llegamos al suelo.

Nos liberamos de los arneses.

TAH, TAH, TAH, TAH, TAH, TAH, TAH.

Las balas nos pasan rozando. Me lanzo sobre Matt. 

—Al suelo.

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