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Nos disparan desde un auto.

Mis pechos palpitan.

Tiene que ser El Cirujano.

Contraataco con el rifle. Disparos en ráfaga. El Cirujano no puede regresar el fuego. Está perdido. Enciende el auto y emprende la retirada.

Nos ponemos en pie. Y mis pechos palpitan.

Me volteo sin dudarlo. Hay dos sujetos en un ventanal del museo, con sus armas en posición. Pero soy más  rápida. 

Abro fuego contra ellos. Alejándolos de la ventana.

—Vamos al auto —dice Matt.

Matt corre a abordar. Yo avanzo en retroceso sin soltar el gatillo.

Abordamos mi auto y por una fracción  de segundo dejo de disparar. 

PLIM. PLIM. PLIM. PLIM. PLIM. PLIM. PLIM.

Las balas golpean el chasis.

—Mierda. Dejé las llaves.

Matt saca los cables. Va a hacer un puente.

—Sigue disparando.

Obedezco. Abro fuego y los sujetos se alejan de la ventana.

Lo enciende. Arranca.

Lo dejo conducir unos metros. Cuando estamos a salvo le pido el volante.

—Te gusta tener el control —dice molesto.

Pongo los ojos en blanco.

—Ok. Tal vez me gusta llevar un poco… La iniciativa. 

Matt se encoge de hombros.

—Cómo digas.

Continuamos la persecución. 

Llamo a la AIE. Pido refuerzos. Estoy en persecución  de El Cirujano.

Cuelgo.

Mierda.

Llegamos a una interjección. No  sé  que camino tomó El Cirujano.

Los idiotas de atrás  suenan sus bocinas.

Matt toma su celular.

—Ve a la derecha.

—¿Cómo sabes que fue por ahí?

—Hackeé las cámaras  de los semáforos. 

Me muestra el video donde el auto del Cirujano toma la derecha.

Giro a la derecha.

—Esto no tiene sentido.

—¿Qué cosa? 

—El Cirujano nunca ha estado presente en sus ataques. No creo que este realmente sea él.

—Matthew es él. Puedo sentirlo.

Lo he llamado Matthew.

—Tus pupilas están dilatadas. Puedo escuchar tu corazón bombear como loco hasta aquí. Es tu instinto de caza. Entonces sí es El Cirujano.

PLIM. PLIM. PLIM. PLIM. PLIM.

Las balas chocan contra el chasis.

Dos autos atacan nuestra retaguardia.

Son los que asaltaron el museo.

Cambio de marcha como loca. Rebaso un auto tras otro. Tomo curvas a alta velocidad; las llantas de un costado se levantan unos centímetros del pavimento.

Pero esos malnacidos son buenos. No pierden el rastro.

Las balas destruyen el cristal trasero.

—Cúbrete, Matthew.

Mierda. Tengo que pasar a la ofensiva.

—Dame una de tus pistolas.

—Te volarán la cabeza. Esto no es una película.

—Haré una bomba con la pólvora de las balas.

PLAHF.

Un neumático explota. Nos han dado. Maldita sea.

—Bueno, ya no hay tiempo. Debiste confiar en mí.

Miro por el retrovisor. Los dos autos juntos, a unos cien metros. Y lo veo. Un hombre con medio cuerpo fuera de la ventana. Sostiene un lanzagranadas.

 —Diana, da un timonazo a tu izquierda y dispara al explosivo. 

—Se necesita un tiro demasiado preciso.

—Puedes hacerlo. Yo confío en ti.

Pero yo no confié en él… Y aún así...

Doy el timonazo. Mi costado izquierdo queda de frente contra nuestros perseguidores. 

El auto pierde su estabilidad y las llantas de mi lado comienzan a elevarse.

El sujeto del lanzagranadas granadas tira de su gatillo.

Desenfundo mi arma. Y disparo. Una. Dos. Tres veces. Espero darle.

Siento una mano apretando mi muslo derecho. Con ternura, como una despedida.

Cierro los ojos. Dejo el arma. Y me aferro a esa mano. Quizá por última vez.

Es un momento tranquilo. Nuestro auto se estrella de capó contra un edificio.

Y luego la explosión.

Miénteme A Ver Qué  Te PasaWhere stories live. Discover now