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McGill lo coge por el cuello. Matt se pone colorado. Su cigarrillo se ha perdido.

—No existen Los Ángeles De La Muerte. Son un invento de tu partido para difamar al gobierno actual —le dice McGill.

—¿Esto no es ilegal? —musita Matt.

—Suéltalo —dice Geena, taciturna.

McGill lo suelta.

Geena sale de la sala, la seguimos. Estamos jodidos.

Entramos a la oficina de la Directora. Enciende la TV.

El magnate Evans está en la televisión. Una rueda de prensa. A su lado dos rubias. Una más joven que la otra. Ambas atractivas. Su esposa e hija.

También los acompañan otros miembros prominentes del partido al cual pertenece Matt.

—Esto es una monstruosa infamia. La maligna Geena Shelly debe renunciar. Y a su renuncia debe seguir la de su jefe. Hace unos meses anunciamos que Geena Shelley tiene bajo su mando un escuadrón secreto de agentes asesinos.

No se cansan de mentir. No paran de decir que los de la AIE, somos "Ángeles De La Muerte". Y que matamos a sangre fría a nuestros objetivos.

—Hoy hemos presenciado el actuar del, ¡Arcángel De La Muerte! Eliminando incluso a un miembro de su partido con el cual tenía diferencias. Exigimos su renuncia. Y exigimos la liberación inmediata de nuestro valiente y preciado miembro, Matthew Gillen.

>>Él evitó que Geena Shelly asesinara a su propio jefe. Y como pago Los Ángeles De La Muerte lo tienen encerrado, como chivo expiatorio. Le están torturando. Deben tenerlo desfigurado. Por ello no permiten que nadie, ni siquiera su abogado, lo vea.

Demonios.

—Debemos mostrarlo —dice McGill—. Su nariz rota será un problema.

—Se resistió al arresto. Me atacó. Hay una testigo.

—No van a creernos. Solo mira. 

Me muestra su móvil. La página web del periódico más importante del país.

El titular dice: "El Héroe Del Museo". 

Esto no puede ser. No podemos ser vencidos así. Sin dar ninguna batalla.

—Estoy acabada —dice Geena.

—Voy a limpiar tu nombre, Geena, lo prometo.

Una hora después.

Oficina De Geena Shelley.

Geena y yo miramos la TV. El Presidente ha convocado una rueda de prensa. Lo acompañan sus lamebotas.

A su diestra, en representación de la AIE, McGill.

Geena está en su silla como una enferma. Nunca la había visto tan desgraciada.

Ella está agobiada de poner al Presidente en esa posición. Sin duda la oposición los verá derrotados. Tanto que el mismísimo Jefe De Estado debe personalmente lavar los trapos sucios de la AIE.

—Debo renunciar. Pero el Presidente no me deja. 

—No podemos correr el riesgo de perderla. Usted es valiosa.

—No me importaría dejar mi puesto si eso nos liberaría de Matthew Gillen de una vez. Era peligroso antes y lo es más ahora que sabemos que puede manipular multitudes.

Guardo silencio. En el fondo quiero creer que Matt no orquestó la tragedia del museo. Espero que alguien más lo haya hecho. Y espero poner a ese alguien tras las rejas.

—Se ha seguido el debido proceso en el arresto de Matthew Gillen —dice el Presidente a la prensa.

—El Señor Evans asegura que se le tiene incomunicado y no se le permite ver a su abogado —dice un periodista.

—Pero él ya ha hablado con su abogado. El Señor Gillen tiene habilidades hipnóticas que podría haber usado para escapar. No le negábamos su derecho a un abogado. Solo queríamos reunir las condiciones más seguras para evitar su posible fuga antes que lo viera.

>>De cualquier forma nada de lo que el acusado haya dicho antes de ver a su abogado, será usado en su contra.

—También hay rumores de tortura.

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