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Estudio el escueto informe por centésima vez desde que lo recibí hace dos días, buscando alguna pista sobre la enigmática Mónica Carrillo. No puedo sacármela de la cabeza y está empezando a
irritarme de verdad. Esta pasada semana, durante unas reuniones
particularmente aburridas, me he encontrado reproduciendo de nuevo la entrevista en mi cabeza. Sus dedos torpes con la grabadora, la forma en que se colocaba el pelo detrás de la oreja, cómo se mordía el labio.

Sí. Eso de morderse el labio me tiene loca.

Y ahora aquí estoy, aparcada delante de la ferretería, un negocio familiar en Elche donde ella trabaja.

Eres una idiota, Martín. ¿Por qué estás aquí?

Sabía que iba a acabar así. Toda la semana... Sabía que tenía que verla
de nuevo. Lo supe desde que pronunció mi nombre en el ascensor. He intentado resistirme. He esperado cinco días, cinco putos días para intentar olvidarme de ella. Y yo no espero. No me gusta esperar... para nada.

Nunca antes he perseguido a una mujer. Las mujeres han entendido
siempre lo que quería de ellas. Ahora temo que la señorita Carrillo sea demasiado joven y no le interese lo que tengo que ofrecer...

¿Le interesará? ¿Podría ser una buena sumisa? Niego con la cabeza.

Por eso estoy aquí como una tonta, sentada en un aparcamiento de un barrio de Elche muy deprimente.

Su informe no me ha desvelado nada reseñable. Excepto el último dato, que no abandona mi mente. Y es la razón por la que estoy aquí.

¿Por qué no tiene novio o novia, señorita Mónica?

«Orientación sexual: Desconocida.»

Tal vez sea lesbiana. Río entre dientes porque es lo más probable y lo que más me apetecía escuchar, bueno, me apetecía escuchar otras cosas, pero podría conformarme con saber que le gustan las mujeres o simplemente que le gusto yo.

Recuerdo la pregunta que me hizo durante la entrevista, su vergüenza, cómo se sonrojó con ese rubor rosa pálido... Llevo sufriendo esos pensamientos lascivos desde que la conocí.

Por eso estás aquí.

Estoy deseando volver a verla... Esos ojos claros me persiguen, incluso en sueños. No le he hablado de ella a Flynn, y me alegro de no haberlo hecho porque ahora me estoy comportando como una acosadora. Tal vez debería contárselo. No, no quiero que me vuelva loca con su última mierda de terapia centrada en soluciones. Solo necesito una distracción, y ahora mismo la única distracción que quiero trabaja de cajera en una
ferretería.

Ya has venido hasta aquí. Vamos a ver si la pequeña señorita Carrillo es tan atractiva como la recuerdas. Ha llegado la hora del espectáculo, Martín .

Suena una campana con un tono electrónico cuando entro en la tienda.
Es más grande de lo que parece desde fuera, y, aunque es casi la hora de comer, el lugar está tranquilo teniendo en cuenta que es sábado. Hay pasillos y pasillos llenos de los artículos habituales de una tienda de esas
características. Se me habían olvidado las posibilidades que una ferretería le ofrece a alguien como yo. Normalmente compro por internet lo que necesito, pero ya que estoy aquí voy a llevarme unas cuantas cosas: velcro,
anillas... Sí.

Encontraré a la chica y me divertiré un poco.
Solo necesito tres segundos para localizarla. Está apoyada en el mostrador, mirando fijamente la pantalla del ordenador y comiendo un dulce distraída. Sin darse cuenta se quita un resto de la comisura de la boca con el dedo, se mete el dedo en la boca y lo chupa.

Mi corazón se agita y el sujetador comienza a estorbar la libertad de mis pechos, la humedad comienza a inavdirme y no exactamente la del ambiente. ¿Es que acaso tengo catorce años? Mi reacción es muy
irritante. Tal vez consiga detener esta respuesta si la esposo, me la follo y la azoto con el látigo... y no necesariamente en ese orden. Sí. Eso es lo que necesito.

50 sombras de Martín (v) Where stories live. Discover now