39

368 28 0
                                    

Mi madre. Un hombre. Una vanesa pequeña e indefensa, sola...

Joder. Joder. Joder.

Aborrezco estos sueños. Están plagados de vivencias espeluznantes,
recordatorios distorsionados de una época que quiero olvidar. Tengo el
corazón desbocado y estoy bañada en sudor. Pero lo peor de estas
pesadillas es que no sé controlar la abrumadora ansiedad que me invade
cuando me despierto.

Mis pesadillas han empezado a ser más frecuentes últimamente, y también más vívidas. No sé por qué. Maldito Flynn, no vuelve hasta la semana que viene. Me paso las manos por el pelo y miro la hora. Son las 5.38 y la luz del amanecer se filtra a través de las cortinas. Ya es casi la
hora de levantarme.

Sal a correr, Vane. Pide mi cabeza, necesita despejarse, necesita olvidarse del sueño y de Mónica, pero ambos son difíciles de olvidar.

Aún no he recibido ningún mensaje de texto ni ningún e-mail de Mónica. Mi
ansiedad crece al ritmo de mis zancadas sobre el asfalto.
Intento relajarme, pero es inútil.
¡Déjala de una puta vez!
Sé que la veré en la ceremonia de la entrega de títulos.
Pero no puedo dejarla.
Antes de ducharme, le envío otro mensaje.

*Llámame.*

Solo necesito saber que está bien.
Acabo de desayunar y sigo sin tener noticias de Mónica. Para quitármela de la
cabeza, trabajo un par de horas en el discurso. En la entrega de títulos, esta
misma mañana, alabaré el extraordinario trabajo del departamento de
ciencias medioambientales y los progresos que ha hecho en el ámbito de la tecnología agraria para los países
en vías de desarrollo.

«¿Forma parte de su plan para alimentar al mundo?» Las perspicaces
palabras de Mónica se abren paso entre la pesadilla de anoche y resuenan en
mi cabeza.

Intento sacudirme el mal sueño de encima mientras reescribo el
discurso. Sam, vicepresidente y responsable de relaciones públicas, me ha
enviado un borrador demasiado pretencioso para mi gusto. Tardo una
hora en cambiar su palabrería mediática por un contenido más humano.

Las nueve y media, y ningún mensaje de Mónica. Su persistente silencio es
preocupante… y, francamente, grosero. Llamo, pero enseguida se oye el
mensaje genérico del buzón de voz así que decido colgar.

50 sombras de Martín (v) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora