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—Suelen llamarme doctora martin, y la señora Martín es mi suegra.

Le guiña un ojo a Mónica y se sienta. Yo le hago una señal y doy unas palmadas en el cojín que queda a mi lado. Mónica se acerca y toma asiento.

—Bueno, ¿y cómo os conocisteis? —pregunta toñi.

—Mónica me hizo una entrevista para la revista de la facultad, porque
esta semana voy a entregar los títulos.

—Así que te gradúas esta semana…
Toñi sonríe a Mónica de oreja a oreja.

—Sí.

Entonces suena el móvil de Mónica y ella se disculpa para ir a contestar.

—También daré el discurso inaugural —le digo a mi madre, aunque Mónica
tiene toda mi atención.

¿Quién es?

—Mira, José, ahora no es buen momento —oigo que dice.

Ese maldito fotógrafo. ¿Qué quiere ahora?

—Le dejé un mensaje a Francis, y luego supe que estaba en Elche. No lo he visto desde la semana pasada —está diciendo mi madre.

Mónica cuelga.

Mi madre sigue hablando mientras ella se acerca de nuevo a nosotras.

—… y Francis me llamó para decirme que estabas por aquí… Hace dos
semanas que no te veo, cariño.

—¿Francis lo sabía? —comento.

¿Qué quiere ese fotógrafo?

—Pensé que podríamos comer juntas, pero ya veo que tienes otros
planes, así que no quiero interrumpirlas.

Toñi se pone en pie y, por una vez, agradezco que sea tan intuitiva y
entienda la situación. Vuelve a acercarme una mejilla y me despido de ella con un beso.

—Tengo que llevar a Mónica a Elche.

—Claro, cariño.

Mi madre le dedica una sonrisa resplandeciente —y, si no me equivoco, también agradecida— a Mónica.
Esto es exasperante.

—Mónica, un placer conocerte. —Mi madre le da la mano con su
enorme sonrisa fijada en el rostro—. Espero que volvamos a vernos.

—Señora Martín… —Es sole, que ha aparecido en el umbral de la
puerta.

—Gracias, sole —contesta mi madre  mientras ella la escolta por el salón y la lleva a la puerta doble que da al vestíbulo.

Bueno, ha sido interesante…

Mi madre siempre ha pensado que era asexual o quizá lesbiana, aunque jamás se ha
entrometido en mi vida privada y nunca me lo ha preguntado.
Ahora ya lo sabe.

Mónica está maltratando su labio inferior y parece angustiada… Más le vale estarlo.

—Así que te ha llamado el fotógrafo… —suelto con brusquedad.

—Sí.

—¿Qué quería?

—Solo pedirme perdón, ya sabes… por lo del viernes.

—Ya veo.

Quizá quiere que ella le dé una segunda oportunidad. Esa idea no me hace ninguna gracia.

Sole  carraspea.

—Señorita Martín, hay un problema con el envío a Darfur.

Mierda. Esto me pasa por no haber mirado los e-mails esta mañana. He
estado demasiado ensimismada con Mónica.

—¿El Charlie Tango ha vuelto? —le pregunto a sole.

—Sí, señorita. —Inclina la cabeza en dirección a Mónica—. Señorita Carrillo.

Ella le sonríe y sole se va.

—¿sole vive aquí? —pregunta Mónica.

—Sí.

Voy a la cocina y, de camino, cojo el móvil y abro un momento el
programa de correo. Tengo un e-mail marcado como urgente de mi equipo y un par de mensajes. llamo de inmediato.

En cuanto cuelgo, mi atención regresa entonces a Mónica , que está de pie en el salón, mirándome con recelo. Tengo que conseguir que esto vuelva a funcionar.

Sí. El contrato. Ese es el siguiente paso de nuestra negociación.

En mi estudio, reúno los papeles que están sobre el escritorio y los meto todos en un sobre de papel manila.
Mónica no se ha movido de donde la he dejado, en el salón. Quizá ha estado pensando en el fotógrafo… Mi ánimo se hunde a plomo.

—Este es el contrato. —Sostengo el sobre en alto—. Léelo y lo
comentamos el fin de semana que viene. Te sugiero que investigues un poco para que sepas de lo que estamos hablando.

Mira primero el sobre y luego a mí. Está pálida.

—Bueno, si aceptas, y espero de verdad que aceptes —añado.

—¿Que investigue?

—Te sorprenderá ver todo lo que puedes encontrar en internet.

Frunce el ceño.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—No tengo ordenador. Suelo utilizar los de la facultad. Veré si puedo
utilizar el portátil de patri.

¿Que no tiene ordenador? ¿Cómo puede una estudiante no tener
ordenador? ¿Tan pelada está? Le tiendo el sobre.

—Seguro que puedo… bueno… prestarte uno. Recoge tus cosas.
Volveremos a Elche en coche y comeremos algo por el camino. Voy a vestirme.

—Tengo que hacer una llamada —dice con una voz débil y vacilante.

—¿Al fotógrafo? —le suelto.

Parece sentirse culpable.

Pero ¿qué coño…?

—No me gusta compartir, señorita Carrillo. Recuérdelo.

50 sombras de Martín (v) Where stories live. Discover now