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Y mi cuerpo se endurece aún más, mi cuerpo la necesita y es la primera vez que esto me pasa.
Introduzco dos dedos en su sexo.

—Siente esto. Mira cómo le gusta esto a tu cuerpo, Mónica. Te tengo
empapada.

Meto y saco los dedos y ella gruñe; su cuerpo se retuerce con cada
embestida y su respiración se acelera.
Retiro los dedos.

La deseo. Ahora.

—La próxima vez te haré contar.

Lo cojo de donde está, junto a su cabeza, y la paso a ella con cuidado de mi regazo a la cama, boca abajo, sus piernas están tensas y yo con solo rozar su cuerpo estoy al borde del orgasmo.

—Te puedes correr —gruño mientras le acaricio el trasero y luego llevo mis dedos a mi boca. Con una rápida embestida estoy dentro de ella.

Ella gime mientras yo sigo un ritmo. Dentro. Fuera. Dentro. Fuera. Arremeto
una y otra vez, mientras sus gemidos se vuelven cada vez más fuertes.

Vamos, Mónica.

Ella se tensa alrededor de mis dedos y grita al correrse intensamente.

—joder —jadeo cuando ella llega al orgasmo y mi sexo palpitante chorrea.

Me acuesto a su lado sintiendo como mi sexo chorrea cada vez más, me he corrido del placer de tenerla expuesta a mi.

—Oh, nena. Bienvenida a mi mundo —le susurro entre el pelo.

Su peso afianza mi cuerpo, y no hace ademán de tocarme el pecho.
Tiene los ojos cerrados y su respiración se estabiliza poco a poco. Le
acaricio la melena. Es suave, de un castaño intenso que brilla a la luz de la
lámpara de la mesilla. Huele a ella, a manzanas y a sexo. Es embriagador.

—Bien hecho, nena.

No llora. Ha hecho lo que le he pedido. Se ha enfrentado a todos los
desafíos que le he lanzado; es extraordinaria, no hay duda. Le cojo el fino
tirante de su camiseta.

—¿Esto es lo que te pones para dormir?

—Sí. —Parece adormilada.

—Deberías llevar seda y satén, corazón. Te llevaré de compras y no acepto un no por respuesta.

—puedo usar tu ropa... ¿No?— preguntó.

—no, mi ropa es mía, no podemos compartir.

50 sombras de Martín (v) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora