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He dormido bien por primera vez en cinco días. Tal vez sea porque,
ahora que le he enviado esos libros a Mónica , por fin tengo la sensación de haber cerrado un capítulo de mi vida.

Mientras me maquillo, la capulla del espejo me devuelve la mirada con unos ojos oscuros y fríos.

Mentirosa.
Joder.

Vale, vale. Tengo la esperanza de que llame. Le di mi número.
La señora Jones levanta la mirada cuando entro en la cocina.

—Buenos días, señorita Martín.

—Buenos días, Gail.

—¿Qué le apetece desayunar?

—Tomaré una tortilla. Gracias.

Estoy jugando con la copa de agua cuando mi móvil me saca de mis pensamientos.

Es Francis. ¿Qué narices querrá mi hermano mayor?

—¿Francis?

—Chavala, necesito salir de Madrid este fin de semana. Hay una tía que no me suelta del paquete y tengo que escapar.

—¿Del paquete?

—Sí, sabrías de qué te hablo si tuvieras uno.

Ignoro la pulla, y entonces se me ocurre una idea retorcida.

—¿Qué te parece si nos damos una vuelta por Elche? Podríamos
acercarnos esta tarde, quedarnos a dormir y volver a casa el domingo.

—Suena genial. ¿En el pájaro? ¿O te apetece conducir?

—Es un helicóptero, Francis , pero sacaré el coche. Pásate por la oficina a la hora de comer y salimos desde allí.

—Gracias, hermanita. Te debo una. —Francis cuelga.

Siempre le ha costado mucho contenerse, al igual que las mujeres con las que se relaciona: quienquiera que sea la desafortunada, no es más que
otra de una muy larga serie de rollos ocasionales.

—Señorita Martín , ¿qué quiere que haga con las comidas este fin de
semana?

—Prepara cualquier cosa ligera y déjalo en la nevera. Puede que ya esté aquí de vuelta el sábado.

O puede que no.

         - - - - - -

Francis se pasa casi todo el trayecto hasta Elche durmiendo. El pobre cabrón debe de estar hecho polvo, de trabajar y de follar: esa es la razón de ser de Francis. Está despatarrado en el asiento del copiloto, y ronca.
Menuda compañía va a hacerme.
Cuando lleguemos a Elche serán más de las tres, así que llamo a
Sole por el manos libres.

—vane —contesta tras un solo tono.

—¿A qué hora estarás aquí?

—Calculo que sobre las nueve de esta noche.

—¿Vendrás con el R8?

—Será un placer, señorita. —Sole también es una fanática de los coches.

—Bien. —Pongo fin a la llamada y subo el volumen de la música.

Veamos si Francis es capaz de seguir durmiendo mientras suena TheVerve.

A medida que avanzamos mi excitación va en aumento.

¿Le habrán entregado ya los libros? Estoy tentada de llamar otra vez a Andrea, pero le he dejado un montón de trabajo que hacer. Además, no quiero darle al personal motivos para chismorrear. No suelo hacer esa clase de chorradas.

50 sombras de Martín (v) Where stories live. Discover now