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Jesús mira a su hija y frunce el ceño. Hay algo que le incomoda un poco, quizás el hecho de que su hija esté con una mujer. Pero no me importa.

—Su discurso ha estado muy bien, señorita Martín—dice.

—Gracias. Tengo entendido que es usted un entusiasta de la pesca.–intento buscarle un tema de conversación que le interese.

—Sí, lo soy. ¿Te lo ha dicho Moni?

—Sí.

—¿Usted pesca? —Hay una chispa de curiosidad en sus ojos castaños.

—No tanto como me gustaría. Mi padre nos llevaba a pescar a mis hermanos y a mí cuando éramos pequeños. Yo estaba obsesionada con las truchas
arcoíris. Supongo que me contagió la afición.

Mónica nos escucha un instante, pero enseguida se excusa y se aleja entre la
multitud para reunirse con el clan de Patri.

Maldita sea, está sensacional con ese vestido y desde atrás se ve mejor.

—¿Y dónde pesca? —La pregunta de su padre me devuelve a la conversación.

Sé que me está poniendo a prueba y definitivamente no voy a fallar, aunque mi atención está puesta en Mónica decido contarle de todos los lugares a los que hemos ido con Francis, si bien yo me dedico a mirar lo que el hace, puedo detallarlo todo extremadamente bien.

Mónica se ha enzarzado en una acalorada discusión con Patricia, quien me mira fríamente. ¿De qué
estarán hablando esas dos mujeres?

—¿Sigue yendo a pescar a menudo? —Vuelvo a centrar mi atención en Jesús.

—Sí. José, el amigo de Moni, su padre y yo nos escapamos siempre que podemos.

¡El maldito fotógrafo! ¿Otra vez?

—¿Es el tipo que cuida del Escarabajo?

—Sí, el mismo.

—Gran coche, el Escarabajo. Me gustan los coches alemanes.

—¿Sí? Mónica adora ese coche, pero supongo que empieza a hacerse
viejo.

—Es curioso que mencione eso, porque estaba pensando en prestarle
uno de los coches de mi empresa. ¿Cree que lo aceptaría?

—Supongo que sí. Aunque sería decisión de Mónica.

—Fantástico. Deduzco que a ella no le gusta la pesca.

—No. Esa chica ha salido a su madre. No soportaría ver cómo sufre el
pez, o los gusanos, tanto da. Es un alma sensible. —Me dirige una mirada
mordaz.

Vaya. Una advertencia. Intento darle un toque cómico.

—Ahora entiendo por qué no le gustó demasiado el bacalao que
cenamos el otro día.

Jesús se ríe entre dientes.

—No tiene problemas a la hora de comérselos.

Mónica ha acabado de hablar con la familia de Patricia y se acerca a nosotros.

—Hola —dice, sonriente.

—Moni, ¿dónde está el cuarto de baño? —pregunta su padre.

Ella le indica que debe salir del pabellón e ir a la izquierda.

—Vuelvo enseguida. Divertíos, chicas —dice él.

Ella se lo queda mirando un momento, y luego me mira a mí, nerviosa.
Pero antes de que podamos decir nada, un fotógrafo nos interrumpe. Hace
una instantánea de las dos juntas y se escabulle a toda prisa.

—Así que también has cautivado a mi padre… —dice Mónica con voz
dulce y juguetona.

—¿También?

¿La he cautivado a usted, señorita Carrillo?

Paso los dedos por el rubor rosáceo que aparece en su mejilla.

—Ojalá supiera lo que estás pensando, Mónica.

Cuando mis dedos llegan a su barbilla, le inclino la cabeza hacia atrás
con suavidad para poder ver su expresión. Ella guarda silencio y me devuelve la mirada con las pupilas cada vez más oscuras.

—Ahora mismo estoy pensando: bonita corbata.

–¿Solo bonita corbata?– digo dejando ver aún más mi escote.

50 sombras de Martín (v) Where stories live. Discover now