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En sus mejillas aparece un rubor delicioso; seguro que se siente
cohibida. Al menos le enseñaré a no avergonzarse de su cuerpo. Alargo
los brazos y le suelto el pelo, que cae castaño y exuberante, rodeándole la cara hasta sus pechos.

—Me gustan las morenas.

Es encantadora, excepcional, una joya.

Le sujeto la cabeza y entrelazo mis dedos en su pelo, y luego la estrecho con fuerza y la beso, sus labios son perfectos, suaves y gruesos. Ella gime contra mí y abre los labios, permitiéndome acceder a su cálida y húmeda boca. El delicado gemido de placer se propaga a través de mi cuerpo y llega hasta mi sexo y mis pezones.
Su lengua roza la mía con timidez, va recorriendo a tientas mi boca, y por algún motivo su torpeza inexperta me resulta… excitante.
Su sabor es delicioso: vino, uvas e inocencia; una potente y
embriagadora mezcla de matices. La rodeo fuertemente con los brazos,
más tranquila al ver que ella me coge únicamente de los bíceps. Dejo una mano en su pelo para inmovilizarla y con la otra le recorro la columna
vertebral hasta el culo y la empujo hacia mí, contra el arnés. Ella
vuelve a gemir. Sigo besándola, forzando su lengua inexperta a explorar mi boca como yo exploro la suya. Mi cuerpo se tensa cuando sus manos ascienden por mis brazos… Y por un instante me pongo nerviosa
pensando dónde me tocará a continuación. Me acaricia la mejilla, luego el pelo. Me altero un poco, pero cuando me entrelaza las manos en el pelo y
tira con suavidad…

Maldita sea, qué sensación…

Gimo en respuesta a esa caricia pero no puedo permitirle que siga.
Antes de que pueda volver a tocarme, la empujo contra la cama y me pongo de rodillas. Quiero quitarle esos vaqueros, quiero desnudarla, excitarla un poco más y… que no me toque. La aferro de las caderas y le paso la lengua por el vientre, desde la cinturilla del pantalón hasta el ombligo. Ella se pone tensa y aspira de forma brusca. Joder, qué bien
huele y qué bien sabe: a huerto de árboles frutales en plena primavera, y quiero saciarme. Sus manos vuelven a aferrarme el pelo, pero eso no me importa… De hecho, me gusta. Le mordisqueo la cadera y noto que me tira del pelo con más fuerza. Tiene los ojos cerrados, la boca relajada, y está jadeando. Cuando le desabrocho el botón de los vaqueros, ella abre
los ojos y nos miramos fijamente. Poco a poco, bajo la cremallera y
deslizo las manos hasta su culo. Luego las introduzco por debajo de la cinturilla, rodeo con las palmas sus suaves nalgas y le bajo los pantalones.

No puedo parar. Quiero impactarla, poner a prueba sus límites este
mismo instante. Sin apartar los ojos de los suyos, me lamo los labios con intención. Luego me inclino sobre ella y recorro con la punta de la nariz la parte central de sus bragas; aspiro su excitación. Cierro los ojos y
disfruto de esa sensación.
Oh, Dios, es muy tentadora.

—Hueles muy bien.

Tengo la voz ronca por el deseo y la ropa comienza a molestarme. Necesito quitármela. Con suavidad, la empujo hasta la cama y, cogiéndole el pie derecho, me apresuro a quitarle la Converse y el calcetín. Para provocarla, le recorro el empeine con la uña del pulgar y ella se retuerce de placer en la cama, con la boca abierta, observándome, fascinada. Me inclino sobre ella, ahora le recorro el empeine con la lengua y mis dientes rozan la pequeña marca que ha dejado mi uña. Ella permanece tumbada en la cama con los ojos cerrados, gimiendo. Es tan receptiva… Es sublime.

Dios.

Le quito rápidamente la otra zapatilla y el otro calcetín, y luego los vaqueros. Está prácticamente desnuda en mi cama, el pelo le enmarca la
cara a la perfección, sus largas y blanquísimas piernas están abiertas ante mí, como una invitación. Tengo que hacer concesiones a causa de su inexperiencia. Pero está jadeando. Me desea. Sus ojos están fijos en mí.

Nunca me he tirado a nadie en mi cama. Otra novedad con la señorita
Carrillo.

—Eres muy hermosa, Mónica. Me muero por estar dentro de ti.

50 sombras de Martín (v) Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon