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—¿Tienes todo lo que necesitas? ¿Revisaste bien?

—Sí, sí —dice en un tono firme.

—¿Estás segura?

Asiente esbozando con los labios una sonrisa traviesa.

Vaya, sí que tiene agallas.
Sonrío.

—Muy bien. —No consigo disimular mi regocijo—. Si así es como
quiere jugar, señorita…

Recojo mi chaqueta y nos encaminamos al ascensor.

No deja de sorprenderme, impresionarme y desarmarme por completo.
Voy a tener que pasarme toda la cena con mis padres sabiendo que mi
chica no lleva ropa interior. De hecho, ahora mismo estoy en este ascensor
y sé que debajo de la falda no lleva absolutamente nada.

Mónica permanece en silencio mientras sole conduce en dirección a casa de mis padres. ¿Por qué he decidido presentársela a mis padres? Cuando la conozcan, se crearán ciertas expectativas. Y Mónica también. No estoy segura de que la relación que
quiero mantener con Mónica pueda llegar a cumplir esas expectativas. Y lo
que es peor: fui yo quien puso en marcha toda esta rueda cuando insistí en
que conociera a Toñi. Yo soy la única culpable. Yo, y el hecho de que
Francis se está tirando a su compañera de piso.

¿A quién pretendo engañar? Si no quisiera presentársela a mis padres, Mónica no estaría aquí. Ojalá la idea no me pusiese tan nerviosa.

Sí, ese es el problema.

—¿Dónde has aprendido a bailar? —pregunta sacándome de mi
ensimismamiento.

Oh, Mónica. No te gustaría saberlo, créeme.

—¿En serio quieres saberlo? —le digo.

—Sí —contesta, pero el tono de su voz dice lo contrario.

Tú lo has querido. Suelto un suspiro en la oscuridad, junto a ella.

—A la señora Robinson le gustaba bailar.

—Debía de ser muy buena maestra susurra con la voz teñida de tristeza, y también de admiración, a su pesar.

—Lo era.

Moni asiente y mira el paisaje; seguramente se está creando una imagen de Elena. O tal vez está pensando en que dentro de unos momentos conocerá a mis padres. 

Me encantaría saber en qué piensa. A lo mejor está nerviosa. Como yo. Es la primera vez que llevo a una chica a casa de mis
padres.

Cuando Moni empieza a removerse inquieta en el asiento, intuyo que
algo le preocupa. ¿Estará intranquila por lo que hemos hecho hoy?

—No lo hagas —digo en voz más baja de lo que pretendía.

Se vuelve a mirarme con una expresión inescrutable en la oscuridad.

—¿Que no haga el qué?

—No les des tantas vueltas a las cosas, Mónica. —Sea lo que sea en lo
que estés pensando. Alargo el brazo, le cojo la mano y le beso los nudillos

—. Lo he pasado estupendamente esta tarde. Gracias.

Veo un breve destello de dientes blancos y una sonrisa tímida.

—¿Por qué has usado una brida? —pregunta.

Se interesa por lo ocurrido esta tarde; eso es bueno.

—Es rápido, es fácil y es una sensación y una experiencia distinta para
ti. Sé que parece bastante brutal, pero me gusta que las sujeciones sean así. —Tengo la boca seca al intentar darle un poco de humor a nuestra conversación—. De lo más eficaces para evitar que te muevas.

Mira rápidamente hacia Sole, que está en el asiento delantero.

Cariño, no te preocupes por ella. Sabe exactamente lo que pasa aquí y lleva haciendo esto cuatro años.

—Forma parte de mi mundo, Mónica.

Le aprieto la mano con gesto tranquilizador antes de soltarla.

—¿Un dólar por tus pensamientos? —le pregunto cuando me mira.

Suelta un suspiro.
Mierda.

—¿Tan malos son?

—Ojalá supiera lo que piensas tú —replica.

Sonrío, aliviada al oír sus palabras; me alegro de que no sepa qué me
pasa por la mente.

—Lo mismo digo, nena —contesto.

Sole para el coche delante de la puerta principal de mis padres.

—¿Estás preparada para esto? —le pregunto a Moni. Ella asiente y yo le aprieto la mano—. También es la primera vez para mí —susurro. Cuando Sole baja del vehículo, le lanzo a Moni una sonrisa maliciosa y salaz—. Apuesto a que ahora te gustaría llevar tu ropita interior.

Da un respingo y frunce el ceño, pero yo bajo del coche para saludar a
mis padres, que nos esperan en el umbral de la puerta.

Mónica camina con aire sereno y despreocupado al rodear el coche en dirección a nosotros.

—Ya conoces a mi madre, Toñi. Este es mi padre, Paco.

—Señor Martín, es un placer conocerlo.

Sonríe y estrecha la mano que le tiende mi padre.

—El placer es todo mío, Mónica.

—Por favor, llámeme Moni.

—Moni, cuánto me alegro de volver a verte. —mi madre la abraza—. Pasa,
querida.

Tomándola del brazo, la conduce al interior de la casa y yo sigo la
figura sin bragas de Mónica.

—¿Ya ha llegado? —exclama Mia desde dentro.

Moni me mira nerviosa.

—Esa es Mia, mi hermana pequeña.

Ambas nos volvemos en dirección al taconeo que se oye por el pasillo.
Y allí está Mia.

—¡Mónica! He oído hablar tanto de ti…

Mia la envuelve en un fuerte abrazo.

Aunque es más alta que Moni, deben
de tener más o menos la misma edad.
Mia la coge de la mano y la arrastra al vestíbulo mientras mis padres y
yo las seguimos.

—Vanesa nunca ha traído a una chica a casa —dice mi hermana, entusiasmada.

—Mia, cálmate —la reprende Toñi.

Sí, Mia, joder… No montes una escena, por favor.

Moni me pilla poniendo los ojos en blanco y me fulmina con la mirada, mientras mi madre me saluda dándome un beso en ambas mejillas.

—Hola, cariño.

Está radiante de felicidad, contenta de tener a todos sus hijos en casa.

Mi padre me tiende la mano.

—Hola, hija. Cuánto tiempo sin verte…

Nos estrechamos la mano y seguimos a las mujeres al salón.

—Pero si me viste ayer, papá… —murmuro.

—Bromas de padre… —El mío tiene un excelente sentido del humor.

Patricia y Francis están acurrucados en uno de los sofás, pero Patri se levanta para abrazar a Monica en cuanto entramos.

—Vane—me saluda con un gesto cortés.

—Patricia.

Paso el brazo por la cintura de Mónica y la atraigo hacia mí. Todos nos miran.
Vaya. Esto parece un circo.

—¿Algo de beber? —ofrece mi padre—. ¿Prosecco?

—Por favor —decimos Moni y yo al unísono.

Mia da un saltito en el sitio y aplaude.

—Pero si hasta decís las mismas cosas. Ya voy yo.

Sale volando del salón.

¿Qué narices le pasa hoy a mi familia?

50 sombras de Martín (v) Where stories live. Discover now