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"Si quieres, puedo ir a verte esta noche y lo comentamos.

No, ni hablar, nena. En ese coche no. Y entonces mis planes acaban de
encajar.

Asunto: Límites tolerables
Voy yo a tu casa. Cuando te dije que no me gustaba que condujeras ese coche, lo decía en serio.
Nos vemos enseguida.

Vm

Imprimo de nuevo el apartado «Límites tolerables» del contrato y del
correo con sus objeciones porque me he dejado la otra copia en la
americana, que sigue en su poder. Luego llamo a la puerta de Sole .

—Voy a llevarle el coche a Mónica. ¿Podrías recogerme en su casa sobre las… nueve y media?

—Por supuesto, vane. Disfruta– respondió mientras sonreía.

Antes de salir me guardo dos condones en el bolsillo de los vaqueros, después de todo nunca sabía que podía ocurrir con ella. Pero a último minuto decido cambiarme de ropa y quitarme el arnés.
Deslizaba los finos hilos de mi tanga y cerraba los ojos sontiendo el leve roce de mis dedos con mi piel, era una tortura para el calor que llevaba dentro. Me quité el sujetador y me puse el vestido negro que tenía sobre la cama, busqué las botas más altas que tenía y me las puse, cuando ya estaba casi lista me fui directa al baño para hacerme una coleta y delinearme los ojos.

El A3 es divertido de conducir, aunque tiene menos motor de lo que estoy
acostumbrada a llevar. Aparco frente a una licorería de las afueras; quiero comprar champán para celebrarlo. Renuncio al Cristal y al Dom Pérignon y me decanto por un Bollinger, sobre todo porque la
añada es de 1999 y está helado, pero también porque es rosa… Simbólico,
pienso con una sonrisa pícara, y le tiendo la tarjeta a la cajera, quien no deja de mirar mi escote.

Mónica abre la puerta; sigue llevando ese sensacional vestido gris. Estoy
impaciente por que llegue el momento de quitárselo.

—Hola —dice.

Sus ojos se ven grandes y luminosos en su pálido rostro y al igual que la vista de la cajera, la de ella se fué directa a mi escote, dónde ahora mis pezones estaban mucho más pronunciados que antes.

—Hola.

—Pasa.

Parece tímida e incómoda. ¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido?

—Si me lo permites. —Levanto la botella de champán—. He pensado
que podríamos celebrar tu graduación. No hay nada como un buen
Bollinger.

—Interesante elección. —Su tono es sarcástico.

—Me encanta la chispa que tienes, Mónica—Esa es mi chica.

—No tenemos más que tazas. Ya hemos empaquetado todos los vasos y
copas.

—¿Tazas? Por mí, bien.

La veo dirigirse a la cocina. Está nerviosa y algo asustada. Tal vez porque ha tenido un día intenso, o porque ha accedido a mis condiciones, o porque está sola en el apartamento (sé que esta noche Patricia pasa la velada con su familia; su padre me lo dijo). Confío en que el champán la
ayude a relajarse… y a hablar.
El salón está vacío, a excepción de las cajas de embalaje, el sofá y la
mesa. Sobre ella hay un paquete marrón con una nota manuscrita adherida:

Acepto las condiciones, cielo, porque tú sabes mejor cuál tiene que ser mi castigo. Lo único que te pido es… que no sea más duro de lo que pueda soportar.

50 sombras de Martín (v) Where stories live. Discover now