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Maldita sea. No lo entiende. Ha sido una primera vez para mí. Estaba nerviosa. A estas alturas ya debería saber que si no hubiera querido que viniese, no estaría aquí. Cuando pasamos de la luz a las sombras bajo las farolas, parece distante y enfadada.

Martín, esto no puede ser.

—Mónica, me encanta que hayas conocido a mis padres. ¿Por qué eres tan insegura? No deja de asombrarme. Eres una mujer joven, fuerte, independiente, pero tienes muy mala opinión de ti misma. Si no hubiera querido que los conocieras, no estarías aquí. ¿Así es como te has sentido todo el rato que has estado allí?—Niego con la cabeza buscando su mano, y vuelvo a apretársela con actitud tranquilizadora.

Ella mira a Sole con nerviosismo.

—No te preocupes por Sole. Contéstame.

—Pues sí. Pensaba eso —dice en voz baja—. Y otra cosa, yo solo he comentado lo de casa de mi madre porque Patri estaba hablando de Barbados. Aún no me he decidido.

—¿Quieres ir a ver a tu madre?

—Sí.

Mi ansiedad vuelve a aflorar a la superficie. ¿Y si está pensando en dejar lo nuestro? Si se va, es posible que su madre la convenza para que se busque a alguien más… adecuada, alguien que, como su madre, crea en el amor romántico.

Tengo una idea. Ella ha conocido a mis padres, yo he conocido a Jesús. A lo mejor debería presentarme ante su madre, la romántica empedernida.

De verdad me esforzaría muchísimo en poder encantarla, porque me he esforzado en cambiar para Mónica, en hacerla sentir plena y feliz, en enseñarle que no debe tenerme miedo.

Estaba dispuesta a deslumbrarla con mi encanto.

—¿Puedo ir contigo? —pregunto a sabiendas de que dirá que no.

—Eh… no creo que sea buena idea —responde, sorprendida por mi pregunta.

—¿Por qué no?

—Confiaba en poder alejarme un poco de toda esta… intensidad para poder reflexionar.

Mierda. Efectivamente, quiere dejarme.

—¿Soy demasiado intensa?

Se echa a reír.

—¡Eso es quedarse corto!

Joder, me encanta hacerla reír, aunque sea a mi costa, y siento alivio al ver que conserva el sentido del humor. Tal vez no quiera dejarme, después de todo.

—¿Se está riendo de mí, señorita Carrillo? —le digo con aire provocador.

—No me atrevería, señorita Martín.

—Claro que sí, y de hecho lo haces a menudo.

—Es que eres muy divertida.

—¿Divertida?

—Oh, sí.

Se está burlando de mí. Eso es toda una novedad.

—¿Divertida por peculiar o por graciosa?

—Uf… mucho de una cosa y algo de la otra.

—¿Qué parte de cada una?

—Te dejo que lo adivines tú.

Suelto un suspiro.

—No estoy segura de poder averiguar nada contigo, Mónica —digo en tono seco—. ¿Sobre qué tienes que reflexionar?

—Sobre lo nuestro.

Mierda.

—Dijiste que lo intentarías —le recuerdo con delicadeza.

—Lo sé.

—¿Tienes dudas?

—Puede.

Es más grave de lo que creía.

—¿Por qué?

Me mira en silencio.

—¿Por qué, Mónica? —insisto.

Se encoge de hombros, con la boca en un rictus serio, y espero que el gesto de apretarle la mano le resulte reconfortante.

—Háblame, Mónica. No quiero perderte. Esta última semana… Ha sido la mejor de mi vida.

—Sigo queriendo más —murmura.

Oh, no, otra vez no. ¿Qué es lo que necesita oír?

—Lo sé. Lo intentaré. —La sujeto de la barbilla—. Por ti, Mónica, lo intentaré.

Pero si acabo de presentarte a mis padres, por el amor de Dios.

De pronto se desabrocha el cinturón y, antes de darme cuenta, la tengo sentada sobre mi regazo.

Pero ¿qué demonios…?

Me quedo inmóvil mientras me desliza los brazos alrededor del cuello y busca mis labios con los suyos, y me arranca un beso antes de que la oscuridad tenga tiempo de irrumpir en toda su plenitud. Avanzo hacia arriba por su espalda hasta sujetarle la cabeza con las manos y devolverle sus apasionados besos, explorando su boca dulce, muy dulce, tratando de buscar respuestas… Su inesperada muestra de afecto me resulta increíblemente arrebatadora. Y nueva. Y confusa.

Creía que quería dejarme y ahora la tengo sobre mi regazo, excitándome otra vez.

Yo nunca… Nunca… No te vayas, Mónica.

50 sombras de Martín (v) Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang