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APÉNDICE 3

Límites tolerables

A discutir y acordar por ambas partes:

¿Acepta la Sumisa lo siguiente?

• Masturbación    • Penetración vaginal
• Cunnilingus       • Fisting vaginal
• Felación             • Penetración anal
• Ingestión de semen   • Fisting anal

—De fisting nada, dices. ¿Hay algo más a lo que te opongas? —pregunto.

Traga saliva.

—La penetración anal tampoco es que me entusiasme.

—Lo del fisting pase, pero no querría renunciar a tu culo, Mónica.

Ella inspira profundamente.

—Bueno, ya veremos. Además, tampoco es algo a lo que podamos lanzarnos sin más. La penetración anal puede resultar muy placentera, créeme. Pero si lo probamos y no te gusta, no tenemos por qué volver a hacerlo. —Me deleito con su cara de
conmoción.

—¿Tú lo has hecho? —me pregunta.

—Sí.

—¿Con un hombre?

—No. Nunca he hecho nada con un hombre. No me va.

—¿Con la señora Robinson?

—Sí. —Y su enorme arnés de silicona.

Mónica arruga la frente y yo me apresuro a proseguir antes de que me
pregunte más sobre el tema.

—Y la ingestión de semen… Bueno, eso se te da de miedo.

Espero que sonría, pero ella me observa atentamente, como si estuviera
viéndome bajo una nueva luz. Creo que sigue dándole vueltas a la señora
Robinson y a la penetración anal. Oh, nena, Elena contaba con mi sumisión. Podía hacer conmigo lo que se le antojara. Y a mí me gustaba.

—Entonces… Tragar semen, ¿vale? —pregunto intentando traerla de
vuelta al presente.

Ella asiente y apura la taza.

—¿Más? —le pregunto.

Frena, Vane. Solo la quieres achispada, no borracha.

—Más —susurra.

Le sirvo champán y vuelvo a la lista.

—¿Juguetes sexuales?

¿Acepta la Sumisa lo siguiente?

• Vibradores • Consoladores
• Dilatadores anales • Otros juguetes vaginales/anales

—¿Dilatadores anales? ¿Eso sirve para lo que pone en el envase? —
Hace una mueca de asco.

—Sí. Y hace referencia a la penetración anal de antes. Al entrenamiento.

—Ah… ¿y el «otros»?

—Rosarios, huevos… ese tipo de cosas.

—¿Huevos? —Se lleva las manos a la boca, espantada.

—No son huevos de verdad. —Me río.

—Me alegra ver que te hago tanta gracia.

Parece ofendida, y no era esa mi intención.

—Mis disculpas. Lo siento, señorita Carrillo.

¡No me jodas, Vanesa! No te pases con ella.

—¿Algún problema con los juguetes?

—solo uno, ¿Podemos hablarlo verdad?— sus ojos bajaron a mis caderas y sabía de lo que comenzaría a hablar.

50 sombras de Martín (v) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora