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—¿Por qué?

¿Adónde quiere ir a parar? ¿Qué le ha contado a patricia?

Inspira hondo.

—Bueno, tengo algunas dudas, ya sabes… sobre sexo, y me gustaría
comentarlas con patri.

—Puedes comentarlas conmigo.

—vanesa, con todo el respeto…

Se queda callada. ¿Le da vergüenza?

—Son solo cuestiones técnicas. No diré nada del cuarto rojo del dolor —dice de un tirón.

—¿El cuarto rojo del dolor?

Pero ¿qué cojones…?

—Se trata sobre todo de placer, Mónica. Créeme. Y además, tu
compañera de piso está revolcándose con mi hermano. Preferiría que no
hablaras con ella, la verdad.

No me apetece que Francis sepa nada de mi vida sexual. No dejaría de
meterse conmigo en lo que me queda de vida.

—¿Sabe algo tu familia de tus… preferencias?

—No. No son asunto suyo.

Se muere por preguntarme algo.

—¿Qué quieres saber? —digo, de pie delante de ella, escudriñándole el
rostro.

¿Qué te pasa, Moni?

—De momento, nada en concreto —murmura.

—Bueno, podemos empezar preguntándote qué tal lo has pasado esta noche.

Mi respiración se vuelve superficial mientras espero su respuesta. Todo nuestro acuerdo podría depender de lo que diga ahora.

—Bien —contesta.

Me ofrece una sonrisa dulce y sexy.

Es lo que quería oír.

—Yo también. Nunca había echado un polvo vainilla, y no ha estado
nada mal. Aunque quizá es porque ha sido contigo.

La sorpresa y el placer que le provocan mis palabras son evidentes. Le acaricio el carnoso labio inferior con el pulgar. Me muero por tocarla…
otra vez.

—Ven, vamos a bañarnos.

La beso y me la llevo al cuarto de baño.

—Quédate ahí —le ordeno mientras abro el grifo.

Luego vierto un aceite esencial en el agua humeante. La bañera se llena deprisa mientras ella sigue mirándome. Normalmente, esperaría de cualquier mujer que compartiese un baño conmigo que mantuviera la
mirada gacha en señal de modestia.
Pero Mónica no lo hace.
No mira al suelo, sino que sus ojos brillan llenos de expectación y
curiosidad. Aun así, se ha echado los brazos alrededor del cuerpo; es tímida.

¡Dios! Cómo me pone…

Y pensar que nunca se ha bañado con una chica... Bueno, nunca se ha bañado con nadie.

Puedo apuntarme otro tanto al marcador.

Cuando la bañera está llena, me quito la camiseta y le tiendo una mano.

—Señorita Carrillo.

Ella acepta mi invitación y se mete dentro.

—Gírate y mírame —ordeno—. Sé que ese labio está delicioso, doy fe
de ello, pero ¿puedes dejar de mordértelo? Cuando te lo muerdes, tengo ganas de follarte, y estás adolorida, ¿no?

Toma aire con brusquedad y deja de morderse el labio.

—Eso es. ¿Lo has entendido?

Todavía de pie, asiente con vehemencia.

—Bien.

Aún lleva puesta mi camisa, le quito el móvil del bolsillo y lo dejo en el lavabo.

—Agua y móvil… no es una combinación muy inteligente.

Cojo la camisa por abajo y se la quito tirando de ella hacia arriba. Doy un paso atrás para admirarla, y automáticamente agacha la cabeza.

—Oye —digo con una voz suave, intentando que se yerga para mirarme —. Mónica, eres muy guapa, toda tú. No bajes la cabeza como si estuvieras avergonzada. No tienes por qué avergonzarte, y te aseguro que es todo un placer poder contemplarte.

Le sostengo la barbilla y le echo la cabeza hacia atrás.

No te escondas de mí, nena.

—Ya puedes sentarte.

Lo hace con una prisa indecente y se estremece cuando su cuerpo
adolorido toca el agua.

Muy bien…

Cierra los ojos con fuerza mientras se reclina, pero al abrirlos ya
parece más relajada.

—¿Por qué no te bañas conmigo? —me pregunta con una sonrisa
cohibida.

—Sí, muévete hacia delante.

Acabo de desvestirme y me meto detrás de ella, presiono su espalda contra mi pecho y coloco las piernas sobre las suyas con los pies por encima de sus tobillos. Después se las separo.
Se remueve, pegada a mí, pero no reacciono a sus movimientos y
hundo la nariz en su pelo.

—Qué bien hueles, Mónica—susurro.

Se relaja y yo alcanzo el gel del estante. Me pongo un poco en la mano, froto hasta conseguir algo de espuma y empiezo a darle un masaje por el cuello y los hombros. Gime y su cabeza cae hacia un lado bajo mis tiernas atenciones.

—¿Te gusta? —pregunto.

—Mmm —responde, satisfecha.

Le lavo los brazos y luego llego a mi primer objetivo: sus
pechos.
Dios, qué tacto tienen…
Sus pechos son perfectos. Los masajeo y jugueteo con ellos.
Mónica gime y arquea las caderas mientras se le acelera la respiración. Está excitada. Mi
cuerpo reacciona de la misma manera  bajo ella.
Deslizo las manos por su torso y su vientre en dirección a mi segundo
objetivo. Antes de llegar a su sexo, paro y me hago con una toallita.

Echo un poco de gel en ella y doy comienzo al lento proceso de lavarla entre las piernas. Suave, despacio pero seguro, voy frotando, lavando, limpiando bien, estimulando.
Mónica empieza a jadear y sus caderas se mueven al mismo ritmo que mi mano. Tiene la cabeza apoyada contra mi
hombro, los ojos cerrados, la boca abierta en un gemido mudo mientras
se rinde a mis dedos implacables, que no le dan tregua.

—Siéntelo, nena. —Le deslizo los dientes por el lóbulo de la oreja—. Siéntelo para mí.

—Oh… por favor —jadea.

Intenta estirar las piernas, pero las tengo bien aprisionadas bajo las mías.

Ya es suficiente.

Ahora que está toda cubierta de una fina capa de espuma estoy lista para seguir adelante.

—Creo que ya estás lo suficientemente limpia —anuncio, y aparto las manos de su cuerpo.

—¿Por qué te paras? —protesta.

Abre los ojos de golpe, con lo que desvela su frustración y su
decepción.

—Porque tengo otros planes para ti,Mónica.

Está jadeando y, si no me equivoco, hace pucheros.
Bien.

—Date la vuelta. Yo también tengo que lavarme.

Me obedece. Tiene las mejillas sonrosadas, los ojos brillantes, las pupilas dilatadas.
Me senté en el barandal y separé mis piernas.

—Quiero que, para empezar, conozcas bien una de las partes más valiosas de mi cuerpo, una de mis favoritas. Le tengo mucho cariño.

Se le abre la boca al mirar mi sexo y luego mi cara… y mi sexo otra vez. No puedo contener una sonrisa malvada. Su rostro es la
viva imagen de una virgen escandalizada por lo que está viendo.
Sin embargo, cuanto más observa, más cambia su expresión.
Primero se pone pensativa, luego intenta evaluar lo que ve y, cuando sus ojos se encuentran con los míos, en ellos percibo claramente un desafío.

Vamos, lánzate, señorita Carrillo.

Sonríe mientras baja su mano al agua para humedecerla y acercarla a mi cuerpo, primero a mis caderas. Entreabre la boca, se muerde el labio inferior y luego pasa la
lengua por las pequeñas marcas que han dejado sus dientes.

¡Mónica, estás hecha toda una seductora!

Mis pezones se ponen duros. Ella los mira atentamente, pero baja su mano a mi sexo.
No me importa que me toquen esa parte del cuerpo.
No, no me importa lo más mínimo… Coloco la mano encima de la suya
para enseñarle qué debe hacer.

—Así. —Mi voz suena ronca mientras empiezo a guiarla.

Ella con suavidad masajea mi clitoris.

Oh, sí.

—Muy bien, nena.

La suelto y dejo que siga sola, cierro los ojos y me rindo al ritmo que marca ella.

Oh, Dios.

¿Qué tiene su inexperiencia que resulta tan excitante? ¿Es porque estoy disfrutando con cada nuevo aprendizaje?

De repente abre la boca y chupa con fuerza. Su lengua me
tortura.

¡Joder!

—Uau… Mónica.

Lame más rápido, adentrando su lengua en mi sexo; tiene la mirada encendida de astucia femenina. Esta es su venganza, me paga con mi misma moneda. Está arrebatadora.

—Dios —digo en un gruñido.

Y vuelvo a cerrar los ojos para no correrme en ese mismo instante. Mónica continúa con su dulce tortura y, a medida que va ganando confianza muevo mis caderas para rozar yo misma mi sexo sobre su lengua.

Mirarla me excita, me pone muchísimo. La agarro del pelo y la obligo a adentrar nuevamente su lengua en mi sexo.

—Oh… nena… es fantástico.

Se va directa a mi clitoris y sus dientes comenzaron a dejar pequeñas mordidas.

—¡Ah! —gimo y vuelvo a tomar su cabello. —Mónica, voy a correrme en tu boca —le advierto casi sin aliento—. Si no quieres, para.

Ella sigue, con sus dedos estimulando mi clitoris y con su boca lamiendo todo lo que estaba a su alcance, hasta que sentí mi cuerpo tenso y mis piernas comenzaron a temblar.

50 sombras de Martín (v) Where stories live. Discover now