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Cuando abro los ojos, estoy abrazada a ella, envolviéndola con mi cuerpo; tenemos las piernas y los brazos entrelazados. Me sonríe con ternura. Ya no tiene la cara hinchada ni enrojecida; se la ve radiante. Mi cuerpo está de acuerdo y mis pezones se ponen duros solo al rozarla.

—Buenos días. —Estoy desorientada—. Dios, hasta mientras duermo me siento atraída por ti. —Me desperezo, me separo de ella y miro alrededor.

Claro, estamos en su dormitorio. Los ojos le brillan con una curiosidad expectante cuando nota mis pezones duros contra su cuerpo

—. Mmm, esto promete, pero creo que deberíamos esperar al domingo.

La acaricio con la nariz justo debajo de la oreja y me incorporo sobre
un codo.

Está ruborizada. Cálida.

—Estás ardiendo —me regaña.

—Tú tampoco te quedas corta.

Sonrío y arqueo las caderas para rozarme con su pierna . Ella intenta regañarme con una mirada reprobatoria pero
fracasa estrepitosamente. Parece muy divertida. Me inclino y la beso.

—¿Has dormido bien? —le pregunto.

Asiente con la cabeza.

—Yo también.

Estoy sorprendida. He dormido realmente bien, y así se lo digo. Ni una
pesadilla. Solo sueños…

—¿Qué hora es? —quiero saber.

—Son las siete y media.

—Las siete y media… ¡mierda!

Salto de la cama y empiezo a ponerme los vaqueros. Ella me observa mientras me visto intentando contener la risa.

—Eres muy mala influencia para mí —me quejo—. Tengo una reunión.
Tengo que irme. Debo estar en Madrid a las ocho. ¿Te estás riendo de
mí?

—Sí —reconoce.

—Llego tarde. Yo nunca llego tarde. También esto es una novedad,
señorita Carrillo.

Me pongo la americana, me agacho y rodeo su cabeza con ambas
manos.

—El domingo —susurro, y la beso.

Me acerco a la mesilla de noche a por el reloj, la cartera y el dinero,
cojo los tacones y salgo por la puerta.

—sole  vendrá a encargarse de tu Escarabajo. Lo dije en serio. No lo
cojas. Te veo en mi casa el domingo. Te diré la hora por correo.

Salgo del piso dejándola un poco confusa y me dirijo al coche a toda prisa, vuelvo a conducir mi coche como si las reglas del tránsito no existieran, cuando llego a mi habitación de hotel enciendo la reunión y me doy cuenta de mi aspecto, pero lo ignoro porque mentalmente sigo durmiendo en esa cama con Mónica.

Mientras hablamos, en la esquina superior derecha de mi pantalla
aparece la notificación de que he recibido un correo de Mónica con un
nombre de asunto fascinante. Lo abro con la máxima discreción.

De: Mónica carrillo
Para: Vanesa Martin
Asunto: Asalto y agresión: efectos secundarios

Queridísima señorita Vanesa:
Quería saber por qué me sentí confundida después de que me… ¿qué eufemismo utilizo: me diera unos azotes, me castigara, me pegara, me agrediera?

Un poco dramática, señorita Carrillo.

Pues bien, durante todo el inquietante episodio, me sentí humillada, degradada y ultrajada.

50 sombras de Martín (v) Where stories live. Discover now