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Antes de que ella diga algo, salgo del salón hecha una furia.

¿Está colgada de él?
¿Acaso me ha utilizado para estrenarse?

Joder.

Tal vez es por el dinero. Esa idea me deprime… aunque no parece ser
una cazafortunas. Ha sido bastante tajante en cuanto a comprarle ropa. Me quito los vaqueros y quedo con la camiseta. Mi corbata de Brioni está en el suelo, así que me agacho a recogerla.
No se ha negado a que la atara; es más, pareció gustarle.

Hay esperanza, Martín. Hay esperanza.

Meto la corbata y otras dos más en una bolsa junto con
calcetines, ropa interior y preservativos.

¿Qué estoy haciendo?

De hecho, sé que voy a quedarme en el hotel de Elche durante la próxima semana… para estar cerca de ella. Saco un par de trajes, vestidos y camisas para que
Sole me los lleve mientras esté allí. Necesitaré uno para la ceremonia de graduación.
Me pongo deprisa mis pantalones de cuero  y saco una cazadora de cuero justo cuando me suena el móvil. Es un mensaje de Francis.

*Vuelvo hoy y llevo tu coche. Espero no joderte los planes.*

Le contesto.

*No. Ahora mismo regreso a Elche.
Avisa a sole cuando llegues.*

Llamo a sole por el teléfono interno.

—¿vane?

—Francis volverá con el SUV esta tarde. Llévamelo a Elche mañana.
Me hospedaré en el hotel de siempre  hasta la ceremonia de graduación. He dejado preparada alguna ropa que me gustaría que me llevaras también.

—hecho.

—Y llama a Audi. Puede que necesite el A3 antes de lo que creía.

—Ya está listo

—Ah, genial. Gracias.

Bueno, ya me he ocupado del coche; ahora le toca al ordenador. Llamo
a Barney, suponiendo que estará en su despacho, porque sé que tendrá
algún portátil último modelo.

—¿Señorita Vanesa? —contesta.

—¿Qué haces en la oficina, Barney? Es domingo.

—Estoy trabajando en el diseño de la tableta. No consigo quitarme de la cabeza el problema de la célula fotoeléctrica.

—Necesitas tener una vida familiar.

Barney tiene la gentileza de reír.

—¿Qué puedo hacer por usted, señorita Martín?

—¿Tienes algún portátil nuevo?

—Tengo dos de Apple aquí mismo.

—Fantástico. Necesito uno.

—Sin problema.

—¿Puedes configurarle una cuenta de correo a Mónica Carrillo? El
ordenador es para ella.

—De acuerdo.

—Estupendo. Andrea se pondrá en contacto contigo hoy mismo para
hacer la entrega.

—Sin problema, señorita.

—Gracias, Barney… y vete a casa.

—Sí, señorita.

Escribo un mensaje a Andrea con instrucciones para que envíe el
portátil a la dirección de Mónica y luego vuelvo al salón. Ella está sentada en el sofá, jugueteando nerviosa con los dedos. Me mira con cautela y se levanta.

—¿Lista? —pregunto.

Asiente con la cabeza.

Sole sale de su despacho.

—Mañana, pues —le digo.

—Sí, señorita. ¿Qué coche va a llevarse?

—El R8.

—Buen viaje, señorita Martín. Señorita Carrillo—dice sole mientras nos abre las puertas del vestíbulo.

Mónica se mueve nerviosa a mi lado mientras esperamos el ascensor; se
está mordiendo su carnoso labio inferior.

Me recuerda sus dientes mordiendo suavemente mi clitoris y me estremezco.

—¿Qué pasa, Mónica? —le pregunto, y alargo una mano para tirarle
de la barbilla—. Deja de morderte el labio o te follaré en el ascensor, y me dará igual si entra alguien o no —mascullo con ferocidad.

Está escandalizada, creo… Aunque ¿por qué iba a estarlo después de
todo lo que hemos hecho…? Mi mal humor se suaviza.

—Vanesa, tengo un problema.

—¿Ah, sí?

Ya en el ascensor, aprieto el botón del parking.

—Bueno… —balbucea, insegura. Entonces yergue los hombros—.
Necesito hablar con Patri. Tengo muchas preguntas sobre sexo, y tú estás muy  implicada. Si quieres que haga todas esas cosas, ¿cómo voy a saber…? —Se detiene, como si estuviera midiendo sus palabras—. Es que no tengo puntos de referencia.

Otra vez no… Creía que habíamos superado esa etapa. No quiero que
hable con nadie; ha firmado un acuerdo de confidencialidad. Pero me lo ha vuelto a pedir, así que debe de ser importante para ella.

—Si no hay más remedio, habla con ella. Pero asegúrate de que no
comente nada con Francis.

—patri no haría algo así, como yo no te diría a ti nada de lo que ella me cuente de Francis… si me contara algo —insiste.

Le recuerdo que a mí no me interesa la vida sexual de mi hermano, pero
accedo a que hable sobre lo que hemos hecho hasta ahora.

Su compañera de piso me cortaría las tetas si supiera cuáles son mis verdaderas intenciones.

—De acuerdo —dice Moni, y me regala una gran sonrisa.

—Cuanto antes te sometas a mí, mejor, y así acabamos con todo esto.

—¿Acabamos con qué?

—Con tus desafíos.

Le doy un beso fugaz y sus labios contra los míos hacen que me sienta mejor al instante.

—Bonito coche —comenta cuando nos acercamos al R8 en el
aparcamiento subterráneo.

—Lo sé.

Le sonrío entusiasmada y me recompensa con otra sonrisa… pero
entonces pone los ojos en blanco. Y mientras le abro la puerta del
copiloto, me planteo si debería comentarle algo sobre ese gesto que acaba de hacer.

50 sombras de Martín (v) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora