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—Nos vemos el miércoles —le recuerdo.

Habrá que esperar hasta entonces. Me inclino y cierra los ojos cuando la beso. Y no quiero irme. No con tantas dudas sobre ella. Le sujeto la cabeza y la beso más profundamente, y ella responde y me entrega su boca.

Ay, nena, no tires la toalla conmigo. Dale una oportunidad a esto, dame una oportunidad.
Se cuelga de mis brazos, me besa, y no quiero parar. Mónica es
embriagadora y la oscuridad permanece callada, silenciada por la mujer que tengo delante. Muy a mi pesar, me contengo y descanso mi frente sobre la suya.
Le falta el aire, igual que a mí.

—Mónica, ¿qué estás haciendo conmigo?

—Lo mismo podría decirte yo —susurra.

Sé que debería irme; es mi perdición, aunque no sé por qué. La beso en la frente y enfilo el camino de entrada en dirección al R8. Ella se queda en
la puerta, desde donde me sigue con la mirada. No ha entrado en casa.
Sonrío, feliz, porque continúa mirándome mientras subo al coche.
Sin embargo, cuando vuelvo la vista ya no está.
Mierda. ¿Qué ha pasado? ¿No va a decirme adiós con la mano?
Enciendo el motor y emprendo el camino de vuelta mientras
analizo lo que ha ocurrido entre nosotras.

Ella me ha enviado un correo.
Yo he ido a verla.
Hemos follado.
Me ha echado antes de que yo decidiera irme.

Por primera vez, bueno, tal vez no sea la primera, me siento un poco
utilizada, sexualmente utilizada. Es una sensación perturbadora que me recuerda la época que estuve con Elena.

¡Mierda! La señorita carrillo está escalando posiciones a marchas
forzadas, aunque ella ni siquiera lo sabe. Y encima yo se lo permito, como una imbécil.

Tengo que darle la vuelta a esta situación. Tener tantas dudas me está volviendo loca.
Pero la deseo. Necesito que firme.
¿Es solo por el hecho de conquistarla? ¿Es eso lo que me excita? ¿O es ella?

Joder, no lo sé, pero espero averiguarlo el miércoles. Por otro lado, no puede negarse que ha sido una manera bastante agradable de pasar la velada. Sonrío satisfecha mientras miro el espejo retrovisor y aparco en el parking del hotel.
Ya de vuelta en mi habitación, me siento delante del portátil.

Concéntrate en aquello que deseas, en el lugar en el que quieres estar.

¿No es eso lo que Flynn no deja de repetirme en esa mierda de terapia
centrada en soluciones?

De: Vanesa Martín
Para: Mónica carrillo
Asunto: Esta noche

Señorita carrillo:
Espero impaciente sus notas sobre el contrato (para luego poner en práctica las demás)
Que duermas bien, nena.

VM.


Me siento tentada de añadir: «Gracias por otra velada entretenida», pero
me parece excesivo. Dejo el portátil a un lado porque Mónica seguramente ya estará durmiendo, saco un informe y me sumerjo en el, para no pensar en la morena de ojos verdes que se está adueñado de mi.

50 sombras de Martín (v) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora