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Demuestra algo de dignidad, por favor, Vane.

Oigo el sonido de aviso de mi bandeja de entrada y se me acelera el
corazón… pero el correo es de Mia. Pese al mal humor, sonrío. He echado
de menos a esa cría.

De: Mia M.
Para: Vanesa Martín
Asunto: Vuelos

¡Hola, Vanesita!
¡Qué ganas tengo de irme de aquí!
Rescátame, por favor.
El número de vuelo es el AF3622. Llego el sábado a las 12.22, ¡y papá me hace volar en clase turista! *¡puchero!
Llevaré un montón de equipaje. Adoro la moda de París, la adoro, ¡la adoro!
Te llevo ropa de la que te gusta a ti.
Mamá dice que tienes novia.
¿Es verdad?
¿Cómo es?
¡¡¡NECESITO SABERLO!!!
Nos vemos el sábado. Te he echado mucho de menos.

¡Muchos besos!

M.

¡Oh, mierda! Mi madre y su enorme bocaza. ¡Mónica no es mi novia! Y el
sábado tendré que mantener a raya la también enorme bocaza de mi
hermana, su optimismo innato y sus preguntas chismosas. A veces resulta
agotadora. Memorizo el número de vuelo y la hora de llegada, y envío un
correo breve a Mia diciéndole que allí estaré.

A las 9.45 me preparo para la ceremonia. Busco un sujetador negro entre mis cosas y es lo primero que me pongo para luego buscar el traje fucsia que había dejado listo la noche anterior, en mi maleta busque una corbata, la cuál no me iba a poner pero la usaría en los bolsillos de mi blazer, si, ESA corbata. Es una forma sutil de decirle a Mónica que aún no
me he rendido, y un recordatorio de los buenos momentos que hemos
pasado juntas.
Sí, momentos realmente increíbles… Imágenes de ella, atada y
anhelante, afloran en mi memoria. Maldita sea. ¿Por qué no ha llamado? Marco nuevamente su número pero sigue sin contestarme.

A las diez en punto entran a maquillarme y peinarme, no mentiré diciendo que me relajé y me olvidé de todo, porque solo podía pensar en Mónica, aunque también intentaba encontrarle una explicación a qué desapareciera de esa forma.
Cuando ya estaba lista me fui a mirar al espejo del baño, miré mi traje y el escote que este tenía, acomodé mi sujetador y miré mis tetas en el espejo, sonreí sintiendo desde ya la mirada de Mónica en ese lugar. Justo lo que esperaba.

—Buenos días —saludó Sole abriendo la puerta del baño como si nada.

—¿Qué tal ayer?

—Bien, Vane.

El porte de sole cambia y su expresión se torna más cálida. Debe de
estar pensando en su hija.

—¿Qué tal Sophie?

—Es una muñeca, Vane. Y le va muy bien en la escuela.

— fantástico— respondo sin darme cuenta de que estoy siendo borde porque estaba atenta a mirarme al espejo.

—El A3 estará en Portland antes del mediodía.

—Excelente. Vamos.

Y, aunque detesto admitirlo, estoy impaciente por ver a Mónica, muy impaciente.

La secretaria del rector me acompaña a una pequeña sala adyacente al
auditorio de la Universidad. Se ruboriza al verme, casi tanto como cierta joven a la que conozco íntimamente. Allí, en esa especie de camerino, personal académico y administrativo y varios estudiantes toman
café antes de la entrega de títulos. Entre ellos, para mi sorpresa, se
encuentra Patricia.

—Hola, Vanesa —dice mientras se contonea hacia mí con el aplomo de la gente que está forrada de dinero. Lleva la toga y parece muy contenta; seguro que ella ha visto a Mónica.

—Hola, Patricia. ¿Cómo estás?– pregunto mientras por dentro río de lo pequeña que se ve a mi lado. Siempre hago la elección correcta de tacones.

—Pareces sorprendida de verme aquí —dice obviando mi saludo y con aire algo ofendido—. Voy a pronunciar el discurso de graduación. ¿No te
lo ha dicho Francis?

—No. —¡Somos hermanos, no siameses, por el amor de Dios!—.Felicidades —añado a modo de cortesía.

—Gracias —contesta en tono seco.

—¿Está Mónica aquí?

—Llegará enseguida. Viene con su padre.

—¿La has visto esta mañana?

—Sí. ¿Por qué?

—Quería saber si llegó bien a casa en esa trampa mortal a la que llama
coche.

—Wanda. Lo llama Wanda. Y sí, llegó bien.

50 sombras de Martín (v) Where stories live. Discover now