Capítulo 18

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En El Palenque

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En El Palenque

Patricia estaba en su camerino, no podía creer que otra vez ella se había acostado con ese viejo asqueroso, pero ni modo, necesitaba el dinero y para poner en marcha su plan, ella haría cualquier cosa. Además, el señor Mendoza siempre ha sido muy generoso y hoy no fue diferente, tanto que le dio un cheque en blanco.

Patricia POV

Para tener a mi querubín, yo sería capaz de todo.

Otra vez el viejo ese me pidió que fuera su amante y hasta me quiso regalar un departamento, pensándolo bien podría ser una buen alternativa... ¿Pero estás loca Patricia? ¿Te das cuenta que vas a tener que complacerle en la cama todos los días? Ay, no! Ya mucho tuve que suportar que me toque y fingir que me proporcionaba placer. No! Yo me merezco a un hombre de verdad, que me complazca en todos los sentidos y el único hombre capaz de satisfacerme, es mi querubín.

Hago un esfuerzo tremendo para besar la boca de este viejo otra vez, ya quiero que se largue de aquí, pero el muy desgraciado profundizó el beso. Veo cómo sale con una sonrisa, mientras yo solo tenía ganas de vomitar. Pero no tengo tiempo ya que llaman en la puerta. Al fin estos incompetentes llegaron, a ver si ahora hacen bien su trabajo, ya no tolero su incompetencia, a veces tengo ganas de yo misma hacer el trabajo y disfrutar mirando como esta insípida se muere despacio.

Patricia: ¡Al fin llegan! – Dijo enojada.

Robert: Perdón por el retraso, patrona. – Dijo.

Patricia: Ya dejen las babosadas y vamos hablar de lo que realmente importa! – Dijo cortante.

Richard: Usted manda, patrona. – Dijo.

Patricia: No quiero más errores, ¡La quiero muerta me oyen! – Dijo enojada.

Robert: Estamos haciendo todo lo posible, pero esta mujer ha tenido mucha suerte. – Dijo.

Patricia: ¡Eso se llama incompetencia! No me vengan con escusas para su incompetencia, les dije muy bien lo que quería y hasta ahora ¿Qué? Les digo, ¡NADA! No fueron capaces de hacer nada en su contra. No me lo puedo creer que sea tan difícil matarla, pero que les pasa! Ella es solo una mujer, ¡Carajo! ¿Será que yo misma voy a tener que matarla con mis propias manos? – Dijo, tirando lejos la bótela que tenía en sus manos.

Richard: Tranquila patrona, la estamos vigilando. – Dijo.

Patricia: No la quiero vigilada... ¡La quiero muerta! ¡Quiero que la maten ya! – Dijo, histérica. – Les doy una semana, ¡Ni más un día me oyen! – Dijo Patricia. – Mi dinero se está acabando, no tengo mucho tiempo tengo que acercarme a Samuel, y mientras ella siga con vida, esto va a ser imposible. – Dijo enfadada.

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