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 -¿Dices que la ultima vez que lo viste fue a las cuatro de la mañana?- interroga el hombre.

-Si- responde José.

-¿Y no tienes idea a donde fue?- expresa este con el entrecejo duro.

José niega con la cabeza.

-¿Solo hablaron y ya?

-Si- miente José con los dedos en los labios.

El hombre entonces se acerca más a la mesa y mira fijamente a José.

-José, esto es serio, si no me dices cada detalle que recuerdas, puede que no pueda ayudar a Brandom, y todos queremos que aparezca ¿cierto?- pregunta el oficial.

José asiente constantemente de nuevo.

No había sentido un miedo tan terrible como cuando llegó al hospital de su pueblo en Venezuela, de ese miedo verdadero, uno que es asfixiante, te controla las manos y las hace temblar. Estas moviéndote todo el rato, como si cada segundo fuese una tortura constante, sientes que los segundos son más lentos, pesados. Tic, tac,tic...tac. El sonido del reloj José casi lo cronometraba, lo escuchaba claramente, y le hacía distraerse no sabía porque no controlaba ningún pensamiento ni acción, como si no fuese él, su alma, era prestada. Brandom tenía dos días desaparecido desde que José lo vio, nadie sabía dónde estaba, nadie más le había visto. Luego de esa fatídica escena José no quería saber absolutamente nada de él, ni siquiera quería saber de sí mismo, se sentía del asco, y lloró toda la noche. Marco fue un caballero, le salvo esa noche y cuando iban en su auto y Marco pregunto si estaba bien, como era de costumbre José no supo que responder. Estaba tan en si mismo, tan atrapado y lleno de dudas, lleno de dolor e incertidumbre. Ni siquiera se percató que Marco le abrazó antes de irse y dejarlo frente al edificio, tampoco recordó como se había dormido, solo que cuando despertó tenía una botella en la mano, el móvil a reventar de mensajes, tía Ingrid preocupada. Ese mañana había discutido con ella, por la botella que había robado del estante, no tenía permitido beber y las horas a las que había llegado. Pero ese no era el detalle más grave, lo que paso luego. Era más preocupante. Brandom había robado una motocicleta, y yendo a quien sabe dónde. De nuevo, nadie sabe dónde está.

José no sabía que hacer, tenía las manos atadas, había peleado con Brandom pero... aún le amaba, realmente le amaba mucho, y aunque su reacción fue de un maldito idiota, la realidad es que estaba desaparecido, que no había rastro de él y ya había pasado mucho tiempo. Su madre lo declaró desaparecido, y la policía intervino de inmediato, John el ex esposo de tía Ingrid intervino siendo este detective de la comisaria estatal de Miami. El caso fue por él, y cuando tía Ingrid le dijo que Brandom no había sido aceptado para la postulación universitaria en el equipo profesional. Y todo cogía sentido. José no imagino la frustración que debió sentir, la soledad, supo que no podía recurrir al único con que contaba porque José lo había traicionado. Entonces sintió una culpa terrible. Pero cuando supo el motivo por el cual Brandom no había sido aceptado, todo volvió a ser más confuso:

-Sabes bien que Brandom no fue aceptado a las practicas que tenía- comenzó a revisar una carpeta que reposaba sobre la mesa, en la carpeta habían papeles- aquí esta, sus exámenes toxicológicos, presentan- el hombre niega con la cabeza- un coctel de alucinógenos ¿sabes si Brandom alguna vez consumió frente a ti?

Y luego de una búsqueda constante por todo el condado, la escuela, y los alrededores, al otro día no se hizo esperar las entrevistas policiales. Estaba entonces allí, a las nueve y un cuarto de la mañana, sentado en una fría silla de hierro en un cuarto a semi oscuras gris, frente a John, un hombre rubio alto de chiva de tres días con chaqueta de cuero que le recordó a Brandom.

-El nunca... nunca ha consumido nada, no frente a mi- dice José.

-Brandom tiene un historial muy turbio José, es casi imposible que él...-

-No quisiera sonar molesto pero le dije- José se muerde los labios- él nunca haría eso- niega con la cabeza- no, Brandom no-

El hombre entonces se encoge de hombros y asiente.

-Tengo entendido que tú y el tenían una relación- dice el hombre.

-Si, ¿y eso que tiene que ver?- José empuña sus manos incomodo.

Mira el reloj arriba de la cabeza del hombre, diez y un minuto, vuelve a mirar a John que permanecía con ese mismo aire misterioso y crudo.

-¿Nunca te menciono si tenía contactos con alguna mafia o con tráfico de drogas?-

José palidece al instante.

-¡Oh por Dios no! Él...- las dudas le vinieron a la mente- ¿tiene que ver su desaparición con alguna mafia?- José estaba realmente con la duda incrustada en el pecho.

-No- José bajo la guardia- pero no descartamos ninguna cosa, por lo pronto esto es todo José, seguiremos en contacto, voy a pedirte que te quedes para que te hagan un examen toxicológico de rutina- dice John.

José entonces asiente, y la cabeza la permanece vacia, y cuando el oficial se retira, y la enfermera viene a él, no sintió la aguja, ni el pellizco en la piel. Salió de aquella oficina, la luz del día le borro algo la vista y le chico en los ojos. Y allí estaban todos, en fila india. Madison, Kevin, Kylie, Daniel, Marco, Dreick, y más allá, entre los muros, en la sombra y con los brazos cruzados un divertido Thomas sumido al teléfono móvil. Y José solo pudo recordar aquellas palabras.

Esto no se va a quedar así, esto es la guerra y apenas comienza. 

I want sex/ Quiero sexo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora