Capítulo diecinueve. | SEGUNDA TEMPORADA.

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Narrador omnisciente.

Los árboles se mecían con ligereza, el viento no era fuerte y solo se podía escuchar a los grandes árboles mecerse en pasividad, un cuerpo no muy alto y agradecido caminaba con las manos escondidas al tener sus brazos cruzados, por fin había decidido por cuenta propia salir de su deprimente hogar pero no porque quisiera sino porque aquellas pastillas que aliviaban su dolor de cabeza habían desaparecido, las había perdido.

No había podido comprar los mismos analgésicos que tenía en un principio pues estos solo se vendían bajo receta y ella en realidad, no tenía problema alguno que la hiciera acreditar dicha medicina.

Moa, pidiendo perdón y permiso se abrió paso entre las tumbas para llegar a una lápida que conocía bien era casi fin de mes y desde antes de que se fuera Robert no había podido visitar a su madre, aun recordaba haberle pedido a Pattinson hacerlo pero ninguno se puso de acuerdo alguna vez, seguramente estaría molesta con ella.

Hablaba con ella, estando lejos de la ciudad hablaba con su madre cuando miraba a la luna o cuando la frescura del viento pegaba en su piel.

Pero había mucho que contarle.

¿Cómo decirle que se había peleado con su hermano desde hace semanas y que ninguno se había vuelto a hablar?

¿Cómo decirle que Robby se fue y no volvería?

¿Cómo decirle que seguía enamorada?

Constance Armstrong.

Su corazón dio un vuelco al leer aquel nombre, desde que murió no pisó el cementerio hasta ahora, sus ojos marrones se mantuvieron en aquel grabado pero no pensaba en absolutamente nada sintiendo la desesperación palparse en su pecho. Miró a sus costados, muy poca gente había cerca y a lo lejos se lograba divisar un cúmulo de personas vestidas de negro, seguramente despedían a algún familiar, no los escuchaba, solo veía muy a lo lejos a esas personas de pie algunas abrazando a otras consolandolas. Solo podía recordar la ocasión en la que falleció y estuvo con los Radcliffe y los Pattinson, dos familia que dieron sus condolencias a la pobre chica que quedaba sola en la vida sin familia alguna.

Y aunque en ese momento no estaba sola, ahora sí.

Regresó su vaga mirada al frente percatandose del arreglo floral que yacía ahí.

En los cementerios, los veladores no se encargaban de poner flores a los difuntos, eso solo lo hacían las personas que lo visitaban y sin quererlo a su mente solo pudo llegar Daniel, tal vez él había puesto esas flores ahí que parecían marchitas así como la pequeña vela apagada.

¿Por qué Daniel? Él había sido quien se había encargado de mantener la casa en buen estado cuando se fue ella de la ciudad junto a Robert y suponía que era él quien la visitaba, hasta él era mejor que ella.

— Hola má. —Saludó con una mueca que intentaba ser una sonrisa.

Pero no podía, no tenía ganas ni de hablar siquiera, su madre probablemente desde el cielo podía ver lo jodida que su hija estaba, la simple idea de que ella supiera la condición en la que se encontraba le venía muy mal, esto no era lo que ella quería pero no podía ser fuerte cuando estaba hecha un desastre.

No dijo más por el momento y solo se limitó a ver las letras de lo que yacía grabado en la lápida sin siquiera prestarle atención pues estaba en una especie de trance producto de su falta de concentración ante su falta de vitaminas.

Detrás de la cámara. © [Tom Felton] Where stories live. Discover now