CAPÍTULO 23.

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Capítulo 23.

Adicción.

FRIEDRICH.

En Australia soy conocido por mi apellido y la galería, pero no por mi persona ni mis cuadros. Todo lo contrario a lo que pasa en Alemania, allí inexperto e ingenuo mostré mi cara a la hora de hacer públicas mis obras en mi propio establecimiento. Di mi nombre y al otro día era noticia que mis cuadros se habían hecho conocidos porque simplemente era el dueño del lugar y no porque era bueno, reclamandome así que no merecía la oportunidad de que dichos cuadros vean la luz, ya que otros se esfuerzan más y son mucho más talentosos como para merecer en verdad más reconocimiento. Hicieron menos mi trabajo.

Ese día cometí un gran error.

Después de un tiempo las aguas se calmaron y dejaron el mismo pretexto que rondaba por ahí. Mis cuadros eran vendidos como piezas genuinas. Realmente había cumplido mis sueños.

Además también, la galería comenzó a crecer y tener demasiado reconocimiento, tanto que muchos otros artistas muy conocidos querían participar. Eso nos disparó hacia arriba y no bajamos hasta ahora. Yo también, además de pintar, abrí actividades para jóvenes promesas de este ámbito, para que saquen a relucir todo aquello que sabían. Fue genial, en tan poco tiempo muchos habían logrado sus sueños.

Fue muy ratificante.

Después de un tiempo el personal no daba a basto y se necesitó muchos más empleados. Ahí es donde entra Erika, quien le confié lo administrativo.

Pésima idea, porque ahora está en la mira por presunta estafa. Lo que más me jode es que le tengo que seguir viendo la cara hasta comprobar que realmente ella tiene algo que ver.

-¡Friedrich!-me grita Erika con emoción desde el asiento de mi escritorio cuando entro a la oficina- Al fin llegas, llevo horas esperándote aquí.

-La puntualidad no es lo mío la verdad-cierro la puerta detrás de mí.

-Ya me di cuenta- se levanta poniendo sus manos y su cintura negando con diversión.

Y yo la verdad que no le encuentro la diversión.

-¿Qué pasa?¿Ahora no me saludas?- se me acerca peligrosamente.

-Estamos en el trabajo-le corto.

-Eso nunca te importó. De hecho disfrutabas que te la mamara en tu oficina.

-¡Erika!- elevo la voz-, que yo te diera la libertad no quiere decir que no me importara.

-Eso no tiene sentido, Friedrich. Acaso... ¿hay alguien más?-Habla despacio como si sopesara las palabras.

-No.

-¿Y por qué no me das un besito? Extraño tus labios.

No voy a mentir, en Alemania habían ocasiones en las que hacíamos esas cosas, pero en este momento no me interesan.

Respiro hondo, no tengo tiempo para estas cosas.

-Tenemos trabajo, Erika.

Tal vez en otras circunstancias habría caído, pero ahora que conozco la mitad de la otra cara de la moneda, me desagrada la idea.

-¿Es la chica de la otra vez?

Frunzo el ceño.

-¿De qué hablas?

-Te acuestas con ella, ¿cierto?- cuestiona y me dan ganas de reír, ¿por qué quiere saberlo? No tengo porque darle información de mi vida privada a personas secundarias.

El arte de la tentación [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora