EPÍLOGO 1.

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Epílogo.

Dos años después.

KAELA.

Me fascina ver a Friedrich pintar.

Pero más si lo hace sin camisa.

Desde que vivimos juntos se la pasa creando en la habitación de nuestra casa que apartamos para nuestra creatividad.

Y yo por supuesto siempre estoy allí observándolo.

Creo que esta fue la principal razón por la que acepté mudarme con él hace casi tres años atrás. No lo voy a negar.

Siempre me siento detrás de él y admiro como sus manos se mueven manipulando el pincel solo como él lo logra hacer.

Aunque en esta ocasión no esta utilizando un pincel, si no que sus dedos. Sus largos y gruesos dedos.

Utiliza su dedo índice y medio para desparramar la pintura del lienzo.

Lo hace de una manera... que hasta podría parecer erótica.

Mierda.

Creo que tengo que encender el aire acondicionado.

Mi pecho se agita intentando alterarse debido a la emoción que siente mi cuerpo por la forma en la que sus músculos dorsales se contraen con cada movimiento de sus dedos.

Por Dios.

Me encuentro tan embelesada que ni siquiera le presto atención a lo que sea que este pintando.

Me paro de los cojines que acomode en el suelo para sentarme y camino hacia él sabiendo que es consciente de que yo estoy detrás suyo.

Cuando me encuentro a escasos centímetros de su espalda, me arrodillo, dejando que mi cara quede a nivel de sus hombros. Envuelvo suavemente mis brazos en su cintura, acariciando su abdomen desnudo y satisfaciéndome por la forma en la que su piel se eriza bajo mis manos.

Acerco mis labios a su piel y comienzo a dejar besos húmedos por toda la zona.

Su cuerpo se rinde ante mí pero no detiene sus dedos del lienzo.

Aprieto más mis brazos en su cintura abrazándolo con todo el amor que le tengo y apoyo mi mejilla en su espalda.

Amo tanto esto.

Él me trae tanta paz.

Subo lentamente mis manos hasta llegar a su pecho y me deleito con la manera en la que su corazón se encuentra acelerado.

—¿Te gusta sentir como mi corazón late por ti?— comenta.

—Me encanta.

Estiro mi cabeza y noto que él despegó sus ojos del lienzo para mirarme.

No dice nada, solo palmea las manos manchadas de pintura en sus muslos para que me siente sobre su regazo.

Así que me levanto del suelo y hago eso.

Me acomodo bien y envuelvo mis brazos en su cuello. Bajo mi trasero siento sus firmes muslos.

Cada día que pasa siento la necesidad de agradecerle a Sienna por haber dado a luz semejante hombre.

Friedrich sonríe y procede a pellizcarme el trasero.

—¡Oye...!— chillo. Probablemente ha esparcido pintura por todos mis pantalones pero no me importa.

—Sabes...— ignora mi protesta—, Estaba pensando en algo.

Lo miro esperando a que hable.

—¿Y si nos casamos?

El arte de la tentación [En edición]Where stories live. Discover now