CAPÍTULO 28.

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Capítulo 28.

Amor propio.



KAELA.

Esta es la primera semana que va del nuevo año y la verdad no me puedo quejar. Todo está yendo bastante tranquilo, lo que me sorprende. Ya que estoy acostumbrada a que al comienzo de cada año reciba alguna noticia que me arruine mi tranquilidad.

Los traumas comenzaron hace ocho años atrás, cuando nos habían ordenado que debíamos mudarnos a Australia por esos asuntos. Tenía que empezar en un nuevo país, una nueva escuela y conocer gente que me fastidio por mucho tiempo.

Los años posteriores a ese no fueron tan distintos. Pase por varios colegios y en todos recibía comentarios que me arruinaban la mente. Fui acomplejada tantas veces que llegué a un punto en el que no me animaba a mirarme al espejo. Siempre fui señalada por mi delgadez y mi busto desarrollado a temprana edad.

A dónde entraba, me topaba con niños y niñas hablando de mi. Era el tema de conversación favorito de ellos. Cada día buscaban un nuevo defecto para burlarse de mi. Pero lo que más me marcó es el se metieran con mi peso.

Yo me encontraba muy afligida cada que salía de la escuela y, a la vuelta a casa, Chloe siempre le pedía a nuestra nana que paremos por un helado. Al principio me daba igual, yo lo único que quería era volver a casa, pero con el tiempo me acostumbre a eso y terminó siendo mi ritual favorito después de salir del infierno.

La heladería a la que siempre íbamos era mi favorita. Sus letreros y tonalidades eran muy coloridos y encima afuera había una estatua de un helado gigante.

¡Era genial!

Nunca deje de ir a esa heladería ¡Nunca!

De hecho, sigo yendo y ahora mismo me encuentro en ella disfrutando mi helado favorito: Blue bubblegum, es delicioso y encima te lo sirven en forma de rosa sobre el cono. Es maravilloso.

Pobres de los que no conocen esta maravilla.

—¿Qué tal está hoy tu helado, Kaela?— me pregunta Ian, quien me sirve el helado.

Ian es un chico rubio, muy rubio y de mi edad o tal vez un poco más. Cada que venía aquí me lo encontraba, ya que es el nieto de Bob, el dueño de la heladería. Luego de que su abuelo falleciera, él comenzó a dirigir la heladería. Básicamente tomó el lugar de su abuelo. Siempre fue amable conmigo y tenemos una especie de relación dueño-cliente bastante amistosa.

—Está muy delicioso, Ian— le digo con una sonrisa amistosa.

—Me alegro entonces— él me devuelve la sonrisa—. Oye, hoy estás muy bonita.

—Oh, no, conozco tus intenciones— lo señalo con el dedo acusador—, siempre las supe.

Él levanta ambas manos con inocencia.

—¿Qué?¿Ahora vas a culparme de que me parezcas bonita?— inquiere con su típica sonrisa coqueta.

Ruedo los ojos.

—Yo le parezco bonita a todo el mundo— muevo mi cabello juguetonamente.

—¡Al fin tu autoestima ha mejorado! Siempre quise lanzarte un helado cada vez que te veía triste.

Me encojo de hombros para nada ofendida por su comentario.

—Fueron tiempos difíciles— murmuro.

El arte de la tentación [En edición]Where stories live. Discover now