CAPÍTULO 44.

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Capítulo 44.

Dolor.


FRIEDRICH.

Me duele el pecho.

Dolor...

Es una emoción muy fuerte que solo la he experimentado conmigo mismo. Pero ahora... lo que pasó con Kaela, el hijo de puta de Lucas, la bruja de Erika, solo... no puedo resistir tanta angustia.

Hasta siento... culpa.

Si nosotros no nos hubiéramos enredado, quizás nada hubiera pasado.

Massimiliano lo dijo, dos personas de mi circulo la dañaron.

Ni siquiera pude hablarle de lo último que pasó.

Tampoco me correspondía, ella ni siquiera le contó a su familia y yo respeté eso.

Y lo peor de todo, es que aun no se como actuar alrededor de ella.

Aún recuerdo ese maldito día cuando puse un pie en el apartamento. En el momento en el que la encontré arrodillada en el suelo con lágrimas en sus mejillas y sus manos atando desesperadamente a ese hijo de puta, todo en mi se derrumbó e inmediatamente imaginé lo peor.

Rogaba que no lo fuera, pero su mirada me lo confirmó.

Me odie por no llegar antes, odio no haber podido protegerla y odio hasta mi propia sangre. Todavía lo hago.

Y ahora debo cargar con ese peso todos los días.

Note que ha perdido peso y también que no duerme bien por las noches. Ella cree que no lo sé, pero por supuesto que me di cuenta, también usa mucho más maquillaje que antes. Supongo que es para tapar las marcas que dejan la falta de sueño.

Ya no sé como ayudarla.

Le he servido comida de más cuando ella no ve.

Le envío mensajes todo el tiempo.

La pinto cuando esta desnuda.

Y no permito que esté sola, trato de estar todos los días allí con ella y si no puedo, envio a Edik, ellos se llevan bien, demasiado para mi gusto, pero no me queda otra que dejarlos solos cuando tengo cosas que hacer.

Es la única forma en la que puedo demostrarle que estoy allí para ella, para evitar que se derrumbe, porque aunque no haya tocado el tema, sé que le está afectando. Y las palabras no me salen.

Ninguna.

La única manera en la que puedo apreciarla es cuando follamos. Aprovecho y la abrazo, le hago masajes, la beso todo el tiempo y nos bañamos juntos.

Las palabras no me salen, pero las acciones puede que sí.

Al principio me aterraba tocarla, no quería sentir su rechazo ni que ella se sintiera incómoda con su propia intimidad. Pero un día estábamos acostados en su cama y de repente la sentí demasiado pegada a mi, lo cual despertó mi interés inmediatamente.

Me tomó de todo mi autocontrol no subirme encima de ella y besarla como hacía siempre. Pero todo se fue a la mierda cuando hablo:

─Tócame, Friedrich, hazlo─ rogó ante mi vacilación─. Solo quiero sentirte a ti.

Que me jodan.

No tuvo que pedirlo dos veces, yo ya estaba duro y ella empapada.

Intente ser suave y la trate con delicadeza para no asustarla. La toque con paciencia donde me lo pidió, adore su cuerpo con cada embestida.

Hacia semanas no follábamos. Se sintió como si fuera la primera vez.

Para mi alegría, todo salió bien cuando terminamos.

Desde ese día repetimos lo mismo todo el tiempo.

hoy ella esta sobre mi regazo, luego de una corta sesión de sexo. Mi cabeza está enterrada en su cuello, donde su cabello cae sobre mi rostro. Yo inhalo su fragancia, embriagándome con el aroma que desprende de él.

Susurro palabras sucias, adorándola de la única manera en la que me sale.

Aún puedo sentir sus caderas balanceándose sobre mi polla después de un largo orgasmo. Juro que quiero estar así toda mi vida.

─Eres mi maldita fantasía─ susurro.

Busco sus ojos y veo que ella sonríe. Mi estómago da vueltas, enviando picos de alegría porque la hice sonreír. Es lo único que deseo de ella, que sonría y nada le borre eso.

La beso por un largo rato y llevo mis manos a sus hombros masajeándolos mientras nuestras lenguas danzan como siempre lo suelen hacer.

Mi corazón se acelera al sentir sus pechos contra mi pecho. Siento como el suyo late igual de violento que el mio.

¿Qué demonios me esta pasando?¿Y por que me siento tan a gusto con ella en mis brazos?

¿Por qué me gusta tanto que solo se encuentre aquí conmigo y no con otra persona?

Solo conmigo.

─Me gusta estar aquí en tus brazos─ susurra sobre mis labios─. Gracias por estar conmigo ahora.

No le contesto, muevo mi boca y le lleno el rostro de besos. Voy desde sus mejillas hasta su nariz, frente y todo lo que esté cubierto por piel, cabello y todo de ella.

Mis manos bajan hacia su cintura y la abrazo, apretándola mas hacia mi.

Cuando terminamos, me quedo con ella toda la noche. La abrazo, acunando su cuerpo contra mi pecho desnudo, ruego por que se duerma, pero no lo hace, ella no duerme entonces yo tampoco.

Así que somos dos quienes no duermen por las noches.

Y el dolor regresa otra vez.

El arte de la tentación [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora