CAPÍTULO 34.

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Capítulo 34.

Incomodidad.


KAELA.

La mente me pesa. No dejó de pensar en él ni por un segundo.

Es costumbre que él perturbe mi mente de vez en cuando, pero ahora, ahora su presencia es mas intensa. En mi mente tengo la pregunta ¿Y si...? y la descarto una y otra vez. Es muy mala idea pensar en ella y en su respuesta.  

He sentido la necesidad de verlo o escuchar su voz. Pero no sabia que hacer o decir.

¿Y si lo llamo?¿Qué tan raro sería?

Ya pasaron muchos días y no he tenido señales de él.

No, mejor le envio un mensaje. Con valentia busco mi celular y no tardo en arrepentirme. Lo bloqueo y lo vuelvo a dejar donde estaba, pero, mi torpeza se hace presente, haciendo que se me resbale y caiga al suelo. Doblo mis piernas para agarrarlo. Me sobresalto cuando siento que vibra entre mis manos.

No. Puede. Ser.

¡Me está llamando!

¿Qué clase de manifestación es esta?

—¿Hola?— más que un saludo, parece una pregunta.

—Hola.

Su voz se oye rara.

—¿Qué tal todo?— pregunta.

—Ehmm, ¿bien?¿Y tú?— no me gusta como suena mi voz.

—Bien— dice y la línea queda en silencio.

Por un momento llego a creer que la llamada se corto, pero logro escuchar una temblorosa respiración del otro lado.

—¿Friedrich?¿Estás ahí?

Frunzo el ceño.

—Si, si, lo estoy— su voz suena tosca.

—¿Entonces...?

Lo escucho suspirar.

—¿Cómo estás desde eso...?

Siento un nudo en mi estomago cuando comprendo a que se refiere con eso. Un poco de verguenza avallaza mi cuerpo. Lo que hice no me hace sentir orgullosa. 

—¿Yo? Bien, creo— titubeo.

—Eso es bueno— silencio otra vez.

Suelto una pequeña risa.

—Friedrich... lo estas haciendo incómodo.

—¿En serio?— escucho una maldición y luego como carraspea su garganta—. Lo... Lo siento— su voz parece flaquear, pero se recompone rápidamente—, solo quería saber como estabas después de todo eso. Ya sabes... He intentado llamarte todos estos días.

—¿Estuviste cinco días intentando llamarme?

Wow... ¿Cómo debería tomarlo?

—Si, pero no supe como hacerlo sin que se sienta raro o algo asi.

—Fried, ahora mismo lo estas haciendo raro con tu incomodidad— lo digo con un tono de gracia en mi voz.

Nunca he escuchado a Friedrich así.

—Lo sé— más silencio.

Por algún motivo, esta situación me causa gracia, por lo que se me hace inevitable no soltar una carcajada. Corro hacia el baño para que mi familia no me escuche del otro lado y me encierro.

El arte de la tentación [En edición]Where stories live. Discover now