CAPÍTULO 39.

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Capítulo 39.

La primer rata.


FRIEDRICH.

—¿Y si alguien tomó sus teléfonos?

Lo miro con interés.

—Ayer no encontrabas el tuyo y luego apareció misteriosamente en tu escritorio.

Rasco mi barbilla pensativo. Mis ojos caen sobre Kaela que se encuentra durmiendo con su cabeza sobre mi regazo. Le costó, pero cayó rendida cuando la distraje un rato mientras le acariciaba el cabello como a mi me gusta que ella me lo haga.

—Cuando Erika te abrazo, ¿tenias tu teléfono en el bolsillo?

Por supuesto.

¿Cómo no lo pensé antes?

—Maldita bruja...

Antes de que se expongan las fotos de Kaela, yo me estaba preparando para buscar a Erika y despedirla. No sin antes plantearle las consecuencias de sus actos.

El despido era lo más leve que iba a recibir.

—La deberías haber despedido desde el primer momento.

Si, tiene razón. Solo le estaba dando libertad mientras yo actuaba desde las sombras. Solo que lo retrasé demasiado y ella se me adelantó.

Pobrecita.

—¿Fue ella?

Me encojo de hombros. Con cuidado me levanto, acomodando suavemente su cabeza para no despertarla. Todo bajo la atenta mirada de Edik.

—¿A dónde vas?

—A averiguarlo. — Señalo el sofa—. Cuidala, porque te golpeare si le pasa algo y también aplica si te veo muy cerca de ella.

Sonríe.

Entrecierro mis ojos y me dirijo hacia la puerta. Cuando llego al estacionamiento y entró a mi auto reviso que tenga todo lo que necesito para confrontarla. No me tardo tanto en llegar.

Solo espero que aún no haya escapado como la rata que es.

Sujeto mis pertenencias y subo a donde se supone que se está quedando.

El disgusto corre por mi expresión.

Todo muy grotesco, con la cantidad de dinero que me robó podría haber pagado algo mejor.

Cuando la encuentro, ella está de espaldas a la puerta acomodando unos bolsos.

—¿A dónde te crees que vas?— Su espalda se tensa al escuchar mi voz — La diversión apenas está comenzando, cielo.

Se toma un momento antes de enderezar sus hombros y darse la vuelta para encararme con una sonrisa falsa.

—Friedrich... ¿Pasó algo?

—No lo sé, ¿lo hizo?, ¿a dónde ibas?

—Arno me llamó. Ya me necesitaba de regreso en la galería de Alemania.

—Que raro, porque cuando hable con él hace dos días, recuerdo que me confirmó que tu renuncia ya se había concretado.

—¿Qué...?, yo no renuncié.

—No, pero yo lo hice por ti.

—Friedrich, ¿qué dices?, ¿por qué? No puedo hacer eso, mi sustento, mi familia...— Su voz se quiebra como si le importara.

El arte de la tentación [En edición]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ