CAPÍTULO 46.

8.6K 480 155
                                    


Capítulo 46.

Consecuencias.


KAELA.

Ian y Lou me han comprado una prueba de embarazo.

Cuando les dije eso, me miraron atónitos hasta que Lana les gritó para que hagan algo mientras yo los observaba desde el suelo chorreando vómito por mi boca.

Entonces corrieron juntos y me trajeron una, ¡Una!

Pero bueno, se agradece. Peor era ir yo sola y que me vea Friedrich o Edik.

Eso si jamás.

No quiero que se entere.

Me aturdió cuando Ian supuso que el supuesto padre del supuesto embrión podría ser Isaac. Me descoloco. Mierda. Luego estuvo cinco minutos intentando averiguar quién era mi nuevo novio... Después me dijo ofendido que no le avise que estaba soltera, obviamente era una broma, pero se ganó un manotazo en el brazo por parte de mi amiga.

Ludovica dejó la prueba en mi mano hace más de diez minutos, y lo único que hice fue mirarla todo ese tiempo, de hecho, aun lo hago.

Todo esto es mucho más de lo que mi cuerpo y mente pueden soportar.

—Kaela..., ¿vas a quedarte ahí mirándola o vas a hacerla?

—Si, si, ya voy. — No me muevo.

—¿Quieres que te acompañe?

Niego. Debo hacerlo sola.

Pasan como cinco minutos más y yo sigo observando la prueba de embarazo. No puedo moverme, estoy paralizada y las náuseas se intensifican.

Mierda, tengo que hacerlo.

Cuando me propongo en moverme, escucho que la puerta se abre y en menos de cinco minutos me encuentro con los ojos muy abiertos de Friedrich. Debió haber abierto la puerta con la llave que le di hace unas semanas.

Ay por Dios.

¿En serio?

¿Por que a mi?

¿Acaso me estoy convirtiendo en la protagonista a la cual le sale todo mal?

Si es así, me bajo del juego, en serio, estoy harta.

¿Quién demonios escribe mi vida?

La odio, quien quiera que sea.

Con Friedrich nos miramos un largo rato y sus ojos bajan a mis manos y luego vuelven a subir.

—Kaela, ¿qué es eso? — pregunta calmadamente, por fin. A lo que escondo la caja detrás de mí.

—Emm, na... nada. — balbuceo.

Se acerca a mí tratando de ver lo que escondo detrás.

—¿En serio?, ¿nada?

Me tiemblan las manos aun decidida en no mostrarlo, pero su expresión me dice que él no se va a rendir. Derrotada, le muestro.

Su cara se vuelve blanca.

—¿Estás... estás?— tartamudea. Diablos, así es como uno puede descolocar al gran Friedrich.

—Aun no me lo he hecho.

Asiente y suspira aliviado, solo un momento hasta que vuelve a poner su rostro en blanco cuando recuerda que no me lo he hecho, por ende no sabemos el resultado.

El arte de la tentación [En edición]Where stories live. Discover now