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Lauren

''Ayer me divertí mucho aunque quise lanzar mi alarma por la ventana cuando tuve que levantarme, supongo que es tu culpa. Espero que hayas dormido bien.'' Decido enviarle un mensaje a Camila para evitar tener que romper el hielo cuando la vea entre clases.

No espero que me responda porque intenté llamarla durante la noche para preguntarle si había llegado bien a su casa y no se molestó en atenderme, ni siquiera encendió el teléfono. Suspiro.

Mantengo mi vista fija en las personas que lentamente van entrando a la cafetería, entrecerrando mis ojos cuando empiezo a distinguir a un par de estudiantes de primer año que recuerdo haber visto durante los últimos días. Me siento cansada, los párpados me pesan y me arden los ojos cada vez que me encuentro frente a una luz reflectante, una especie de agotamiento que siempre le procede a una semana llena de exámenes.

No he dormido lo suficiente, ni siquiera recuerdo la última vez que lo hice sin despertar asustada y con esa insoportable sensación de culpabilidad por perder tiempo valioso que debería ser para estudiar, y mi estómago cruje al sentir el inconfundible olor del café matutino que Sophie coloca sobre la mesa como cada mañana. Me saluda débilmente, con expresión ansiosa.

—No voy a mentirte —dice, quitándose los anteojos que sólo usa en la universidad—, físicamente estoy cansada y quisiera que un camión me atropellara aquí y ahora. Pero mentalmente estoy descansando en una isla paradisíaca con tu dinero porque estoy cada día más segura de que abandonaré los estudios para dedicarme a limpiar el vómito de mis hermanos cada vez que se enferman.

Hago una mueca de asco.

—Vaya, qué interesante. ¿Todavía no mejoran? —Le pregunto, cerrando el libro que está sobre mis piernas y apoyando mis brazos sobre la mesa—. Los llevaste el médico hace tres o cuatro días, ¿estás segura que no vas a contagiarte? —Me aparto de ella, dramatizando.

Sophie rueda los ojos y observa sus uñas pintadas de un azul muy oscuro antes de contestarme.

—Es que... Es complicado, ¿sabes? —Suspira, mirándome—. Primero se enfermó Betty e intentamos que no fuera al colegio para que no empeorara, pero ya sabes lo difícil e inútil que es darle órdenes porque es muy mandona y mamá tiene problemas de autoridad cuando se trata de los mellizos. En la noche se escabullía para ir a dormir con Brett, que no estaba enfermo hasta que Betty comenzó a sentirse mejor. Y la cosa es que él volvió a contagiarla y ahora están ambos en cama.

—Qué horror.

—Lo es. Anoche Brett se asustó porque la fiebre le subió y Betty no dejaba de llorar porque una de sus mejores amigas le dijo que tener fiebre era sinónimo de morir. Te prometo que la amo, Lauren, pero a veces quisiera estrangularla porque es tan dramática y yo estoy muy cansada. Sólo quiero irme a dormir y no despertar hasta que esta tortura termine.

—Podrías quedarte en mi casa —sugiero, aunque sé que es una mala idea—. O podrías pedirme ayuda, Sophie. ¿Quieres que vaya a tu casa a cuidar a tus hermanos mientras estudias? —Me ofrezco, en parte porque siempre me han gustado los niños y porque sólo tengo que verla para darme cuenta que está cansada—. Lo haría si me lo pidieras.

Me sonríe.

—Claro que lo harías, y mucho mejor que yo, pero Betty te detesta desde que me visitaste durante las vacaciones. —Recuerda, echándose a reír—. Es una hermana muy celosa y no le gustó para nada que Brett quedara encantado contigo y te hiciera ojitos hasta que te fuiste. ¡Enamoraste a mi hermano de cinco años!

—Es porque soy mejor hermana que tú y no me molestó escucharlo hablar sobre esos dinosaurios de colección que tiene en su habitación.

Sophie se burla haciendo una exagerada y poco acertada imitación de mi voz antes de contradecirme.

más de ti [camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora