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Camila

No me gusta sentirme en aprietos. O verme tonta. Cada vez que me quedo callada en una situación rara, me siento estúpida, como si sólo sirviera para quedarme quieta sin hacer nada y de sólo pensarlo me da asco por mí misma. Yo no soy así. Una serie de situaciones controversiales en mi familia me prepararon para nunca quedarme callada.

Pero a ver, acaban de darme un regalo tan lindo que acaba de derretir los últimos destellos de hielo que quedaban en mi frío y malvado corazón, y además Lauren me besó. Y no hablamos de un beso cualquiera como los que solía darme antes, sino un beso de verdad. Mucha lengua y hasta sus manos estaban más inquietas. Como cuando las puso en mis caderas y las apretó como si yo fuera tan fuerte como para alejarme. Claramente eso no iba a pasar. Ni estando loca.

Aunque eso me lleva a pensar... Alguien tendrá que haberle enseñado a besar tan bien, o tuvo que estar con alguien para practicar y me da una rabia. ¿Habrá sido esa insípida de Josette? Nah, no creo. Es decir, puedo admitir que es bonita, pero no se ve como si besara excepcionalmente bien... Así que Lauren debió estar con más chicas. Y se besó con ellas. Y quizás qué otras cosas. Ay, qué rabia.

Es muy mala idea pensar en esto ahora porque no paro de pensar en qué otras cosas sabrá hacer y me quiero morir. Entiérrenme viva lo antes posible para dejar de imaginar. Se me hace un nudo en el estómago y ya sé que soy una hipócrita porque no es que me haya convertido en una monja estos últimos dos años o haya hecho voto de abstinencia, ¡pero igual! Qué rabia.

Lauren cierra la puerta sin mirarme y lo último que quiero hacerla sentir mal después de lo que acaba de ser probablemente el beso que más esperé en toda mi vida, pero no puedo devolverle la sonrisa cuando intenta fingir que no es gran cosa que su papá esté aquí con nosotras. Suspiro con resignación, ruedo los ojos y la sigo cuando camina por la sala.

—Todo... Todo esto tiene una muy buena explicación, en serio, pero se suponía que tú no tenías que verlo. —murmura Lauren cuando su papá se quita la mochila y una chaqueta del hospital, sin dejar de mirar las almohadas en el suelo y las luces navideñas junto al árbol—. Planeaba... Es decir, iba a quitarlo antes de que llegaras, pero bueno, ¿p-por qué no me avisaste que no te quedabas a trabajar?

—De hecho te escribí antes de venir, Lauren. —Responde él, alzando las cejas porque pareciera que entre más mira, más se sorprende.

— ¿En serio?

—Sí, pero ya entiendo por qué no me respondiste. —La mira con perspicacia a medida que sus ojos siguen alternándose entre ella y yo—. Estabas ocupada con alguien.

—Umm... Sí, sí, algo así. —Le sonríe como disculpa—. Estábamos comiendo.

Lauren en serio tiene que aprender a mentir, quizás algún día me apiade de ella y le enseñe un poco para que no se deje en evidencia tan fácil, aunque lo que dice no es una mentira exactamente porque yo estaba dispuesta a comer y no hablo precisamente de comida. Es decir, si consideramos que antes de que abriera la tenía apoyada en la puerta, que agarró mi cuello cuando la besé de nuevo, y estuve a punto de dejar que mis impulsos por bajar mi mano se apoderaran de toda la situación porque no estaba pensando precisamente en cosas muy tiernas. Su papá sacude un poco la cabeza y me mira, sin responderle.

—Tú eres Camila, ¿verdad? —Me pregunta, y Lauren se sonroja mientras asiento con la cabeza. Frunzo un poco el ceño por su reacción, sin dejar de verlo, y tomo la mano de su papá por un segundo para sacudirla cuando me saluda—. Al fin puedo verte en persona y dejar de conocerte sólo por nombre. Soy James, el papá de Lauren, ya que no nos han presentado.

más de ti [camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora