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Camila

— ¿Puedo sentarme contigo o estás ocupada?

La voz de mi mamá llama mi atención cuando estoy por levantarme. Y aunque quisiera negarme, ella se sienta en mi cama aunque en el fondo sepa que no quiera ni verla; parece conocer que es la última persona en el mundo con la cual querría hablar esta mañana, pero lo ignora y esboza una sonrisa que más que ponerme de buen humor, me incomoda.

—Tengo una regalo para ti. —Agrega.

— ¿Un regalo por qué? —Le pregunto, acomodándome en la cama—. ¿Pasó algo?

— ¿Tiene que pasar algo para que quiera consentirte un poco? —Me toca la mejilla, o al menos trata porque me aparto con el ceño fruncido. Desde años dejó de gustarme que me haga cariño.

No sé por qué me habla como si fuera una adolescente rebelde a la que tuviera que convencer, comprar, pero no me gusta. No me gusta que me trate como si no entendiera que ella tampoco me soporta. Es evidente que odia tanto como yo pasar tiempo conmigo, y que sólo lo hace para no hacerme enojar y lograr que me vaya de la casa antes de que su matrimonio con mi papá se rompa.

—No estoy de ánimos para recibir regalos —le digo, con la voz adormilada por haberme despertado hace menos de diez minutos por los incesantes gritos de Julia al pedirme que le salvara el culo esta noche cuando fuera a quedarse en casa de su novio. Me pide que mienta con que estará en casa de una de sus amigas porque incluso embarazada es una cobarde que no se atreve a decirle a mis papás que tiene sexo, que no le gusta usar condón y que como consecuencia de eso, Sherlock está horneándose—. De hecho, quiero ir a ducharme. Hoy me gustaría salir con Kat.

—Es importante que hablemos, cariño, ¿no puedes salir más tarde con Kat? Te prometo que no te quitaré mucho tiempo, pero es importante que tengamos una conversación seria porque la necesitamos.

—No tengo tiempo para hablar ahora. —Intento levantarme porque presiento de qué se va a  tratar y no me siento cómoda—. Quizás mañana. —Me sostiene de los hombros y me obliga a quedarme en la cama—. Mamá, en serio quiero ducharme. —Repito.

Ella me ignora, como siempre, y me extiende unos folletos que deja caer sobre mis piernas para que no pueda levantarme. Me acomodo el pelo detrás de las orejas y suspiro, cansada. Ni siquiera tengo ánimos de discutir porque soy la única que pierde, la única que debe pedir disculpas aunque no tenga la culpa.

Me desperté de mal humor después de enterarme de la nueva cita que Nicholas va a tener con la otra y no puedo controlar las ganas que tengo de salir de esta casa antes de que me vuelva loca.

—A ver, ¿qué se supone que es esto? —Pregunto en voz baja, frotándome la cara antes de tomar los avisos. Frunzo el ceño y el alma se me cae a los pies porque sólo ahora me doy cuenta de que son residencias, cotizaciones de habitaciones compartidas para mudarme a más tardar dentro de... ¡tres semanas! Despido mentalmente a la versión serena, controlada, porque de inmediato siento que la irritación hace que me hierva la sangre—. ¿Me buscaste residencias otra vez?

—Encontré unas...

— ¡¿Y sin siquiera avisarme?! —Grito, mirándola—. ¿También empacaste mis cosas y estás esperando que me vista para ayudarme con la mudanza? ¿El camión está afuera?

Suelta una risa; seguro piensa que es una broma pero no lo es.

—Firmar algunos acuerdos previos al contrato final no significa nada, Camila, cálmate. Sólo quisimos asegurar que tuvieras un lugar antes de que alguien más tomara las vacantes. —Apunta con sus dedos uno de los afiches y me sonríe—. Mira, aquí te quedarías en una habitación compartida con alguna de tus compañeras... Es bastante grande y la vista es preciosa, personalmente es mi favorita. Pero si no quieres eso, si quieres tener tu propio espacio, entonces tenemos esta de por aquí... —Busca entre los papeles—. ¡Ésta! Aquí estarías sola, incluso podríamos pedir que tuvieras tu propio baño...

más de ti [camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora