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Camila

— ¿No crees que sea hora de que te mudes en una residencia?

Mi mamá luce ensimismada en preparar las tostadas antes darme la libertad para levantarme de la mesa e irme. Y aunque no está mirándome directamente, sé que es a a quien me habla porque ha estado sugiriéndomelo durante semanas.

— ¿Por qué te urge tanto que me vaya de la casa? —Le pregunto—. Recién está empezando el año.

—Porque imagino que querrás tener tu libertad, Camila. Siempre dices que aquí vive mucha gente.

—Mucha gente que no soporto —agrego, mirando a mi hermana con una sonrisa falsa.

—Estuve pensándolo mucho y creo que es la mejor opción para que comiences a independizarte. Acordamos que te daríamos tiempo para adaptarte durante el primer año, pero ya estás comenzando el segundo y te sentirás mucho mejor con una compañera, con tu espacio y tus cosas... ¿Qué crees?

Me limito a encogerme de hombros, bebiendo un poco de café para quitarme este dolor de cabeza que amenaza con asesinarme antes de que termine el día.

— ¿Qué piensas tú, Julia? —Al aceptar que no voy a seguirle este intento de conversación, busca aprobación en mi hermana, como siempre cuando se trata de deshacerse de mí—. Sabes mucho más de esas cosas que yo. Una amiga tuya vive en una de esas residencias, si mal no recuerdo. Podrías pedirle recomendaciones para comenzar a buscar algunas opciones.

— ¿Cómo va a saber lo que es mejor para mí si nunca se quedó en una residencia? Nunca ha estado fuera de esta casa por más de una noche, no tiene idea de lo que se siente. —Me apresuro a responder antes de que Julia se entrometa, frunciendo el ceño—. De hecho, estoy confundida. No entiendo por qué estás tan empeñada en echarme cuando a ella nunca la presionaste a nada. Tiene veintitrés años y sigue sin saber qué estudiar.

—Estoy en la universidad —me recuerda Julia—. Hago algo con mi vida, no sólo me quedo encerrada en mi habitación esperando que me mantengan hasta los cuarenta.

—Ya perdí la cuenta de todas las veces que has dicho que quieres cambiarte de carrera aunque ya estés en la segunda. Y te recuerdo que ni siquiera terminaste la primera.

—Ten cuidado con lo que dices —me dice, amenazándome con lanzarme el vaso de agua—. Creo que irte de aquí te servirá para madurar, que es exactamente lo que necesitas para ser un ser humano decente. Si nunca quisieron echarme quizás sea porque no soy una insoportable de mierda como lo eres tú.

Suelto una risa.

— ¿Ah, no lo eres?

—No, Camila, no lo soy.

—Me cuesta creer que alguien con más de veinte años que no hace más que irse de fiesta los fines de semana sea alguien muy soportable. Si no te echaron todavía es porque saben que eres una buena para nada que no sobreviviría más de una semana.

—Ya, mis niñas, no quiero más peleas en la mesa. —Nos advierte mamá, sentándose en la mesa mientras prepara su taza de té—. No es que quiera echarte, Camila, sólo pienso que podrá servirte para abrir caminos que quedarte en casa no lo harán.

— ¿Qué caminos exactamente? —La miro con una mueca.

—Experiencias que te servirán como persona. Yo viví en una residencia hasta mi quinto año de universidad y no me arrepiento de nada, conocí mucha gente y hacerme cargo de mí misma fue una experiencia muy... —Duda, hace una pausa—. No sé cómo describirlo porque es difícil, pero se los agradezco a tus abuelos hasta el día de hoy. Sé que te gustará.

más de ti [camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora