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Lauren

— ¿Estás lista para la siguiente? —Mi voz suena débil y engorrosa.

No sé desde cuándo estoy tan acalorada pero siento que un sudor cálido me recorre la espalda y también la nuca. Me quito el pelo de la cara y lamo mis labios con la sensación de que ya están un poco adormecidos, aunque me reconforta conocerme lo suficiente para saber que todavía no estoy tan borracha como para hacer cosas de las cuales después voy a arrepentirme.

— ¡Sí! —Responde Camila, con sus ojos cerrados y las piernas extendidas sobre las mías.

Estoy apoyada en la pared mientras ella hace caer su peso sobre sus codos, encima de una alfombra que estaba limpia hasta que dejó caer un vaso de gaseosa antes de comenzar a estudiar.

— ¿No estás equivocándote a propósito para beber, verdad?

— ¿Crees que haría algo así?

—No sé —le digo—. No te conozco.

—No lo haría. Qué asco la gente que se deja perder. El problema es que las preguntas que haces son muy difíciles, Lauren. —Se queja, mirándome mientras me apunta con sus dedos—. ¿Tengo que volver a recordarte que sólo estoy inscrita en un curso extracurricular? No necesito aprenderme las cosas tan específicas como tú.

—Deja de quejarte tanto. —La interrumpo, frunciendo el ceño—. Me dijiste que habías estudiado y no te pregunté nada del otro mundo. ¡Está en tu material de clases!

Rueda los ojos.

—Uy, eres mala —murmura—. ¡Ya sé! —Grita, sorprendiéndome. Tengo que pedirle, u ordenarle, que por favor baje la voz antes de que alguna vecina llame a la seguridad del edificio por ruidos molestos, pero me ignora—. Quieres emborracharme para que vuelva a vomitarte la camiseta. —Se ríe de su propia broma.

—No estás borracha. No lo estás, ¿verdad? Porque no dejaré que te vayas a tu casa sola y no me gustaría tener que dormir en el sofá para que duermas en mi cama. Mejor concéntrate en lo que te pregunto y deja de perder.

— ¡Eso intento! —Vuelve a exclamar—. Pero honestamente, llevamos como... —Suspira, contando en voz baja con la ayuda de sus dedos hasta que pierde la cuenta y se rinde—, no sé cuántas preguntas me has hecho pero definitivamente son más de las que propuse cuando llegué...

—Nómbrame los músculos que actúan en una flexión de hombro —la interrumpo.

—Creo que eso ya me lo preguntaste —susurra.

—No, no lo hice. ¡Y que sea rápido! —La presiono.

Camila humedece sus labios.

—El deltoides y el coracobraquial. —Responde sin dudar.

— ¿Dentro de qué estructura se encuentran los pliegues vocales? —Me detengo, haciendo una mueca—. Bueno, son más conocidos como las cuerdas vocales, aunque eso no tenga mucho sentido porque si lo piensas bien... Digo, si pudieras ver un modelo anatómico de la anatomía respiratoria te darías cuenta que no parecen cuerdas. ¿Te gustaría ver una foto?

Ella me mira, sin decir nada. Dejo a un lado el libro y me acomodo el pelo detrás de las orejas.

—Hablando de eso, ¿sabías que nuestra voz depende de lo tensos que estén los pliegues? —Continúo, interesada; o más bien, esperanzada en que a ella también le interese—. Entre más tensos estén, más grave será nuestra voz... —Río un poco—. Yo pensaba que serían como las cuerdas de una guitarra, ¡pero nada que ver! De hecho, son sólo dos. ¿No es curioso?

más de ti [camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora