Comienzo

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Con nueve años, la princesa Aemma destacaba por su inteligencia y su inmensa curiosidad por el mundo.

A su corta edad se daba cuenta de cosas que su hermano mayor parecía tener sin cuidado, como el matrimonio de sus padres, Aemma sabía que no estaban enamorados, apenas y pasaban juntos, cuando lo hacían era por alguna razón en especial, como esa mañana, que la reina Alicent había pedido conocer al recién nacido de la princesa Rhaenyra. Sir Leanor Velaryon, su esposo, además de padre de Jacaerys, Aemma y Lucerys, la había acompañado hasta la habitación en que se encontraba la reina.

Como era costumbre la pequeña princesa se paseaba por los pasillos del castillo sin compañía, pues solía escaparse en cuanto podía de la vista del guardia que su madre le había puesto. Tenía gran interés en ver que era lo que la reina quería, pero no pudo llegar muy lejos ya que Sir Criston Cole, el caballero protector de la reina, estaba en la puerta.

-¿No debería estar estudiando o aprendiendo a bordar con la princesa Healena, en lugar de seguir y espiar a los adultos? - Aemma siempre se preguntó porque aquel hombre  la miraba a ella y a sus hermanos con tanto desdén-¿Y su guardia, princesa? No es correcto que ande por el castillo sin protección, después de todo nunca se sabe lo que pueda pasar-.

-Este es mi hogar Sir Criston, ¿Por qué no habría de estar segura en él? - las palabras de la niña de tan solo nueve años habían logrado molestar al hombre, era imposible para él no recordar a la princesa Rhaenyra de joven cuando veía a Aemma.

-Sabía que no podía estar muy lejos- apareció Sir Erryk Cargyll, el guardia de la princesa Aemma.

-Parece que vigilar a una pequeña niña es mucho trabajo para usted Sir Erryk- se mofó Sir Criston, pero Sir Erryk ni siquiera se molestó en responderle algo.

-Debería estar con sus hermanos y tíos, princesa, le pido que me acompañe- Aemma se dio cuenta que de todas formas no podía hacer nada ahí, Sir Criston no le quitaría la vista de encima en ningún momento, así que acepto el pedido de su guardia y esté la llevó hasta donde enseñaban a los jóvenes príncipes a domar a los dragones.

Como siempre prestó atención a lo que los maestros decían y Jacaerys, o Jace, como lo llamaba su familia, quien tenía diez años entonces, fue quien estuvo de ejemplo en esa ocasión junto con su joven dragón Vermax.

Al terminar el entrenamiento sus hermanos fueron hacia donde Aegon, su tío mayor, quien ya era un joven de catorce años, y se reunieron como si tramaran algo.

Como era costumbre, el hermano menor de Aegon, Aemond, de once años, no formaba parte de la pequeña reunión.

De pronto Lucerys salió corriendo y Aegon se acercó a su hermano y le dijo que tenían un regalo para él, habían encontrado un dragón perfecto para Aemond.

Aemma frunció las cejas pues lo que acababa de decir su tío mayor no tenía sentido ¿De dónde iban a sacar un dragón sin jinete? ¿Y cómo se supone que lo habían controlarlo?

Aemond y Aemma eran los únicos sin dragón, el huevo de Aemond se había quebrado y el de Aemma nunca eclosionó.

De pronto Lucerys apareció jalando con un lazo un cerdo al que le habían pegado alas, Aegon se mofó diciendo que era "el terror rosa".

El pequeño Aemond borró la sonrisa que tenía en su rostro mientras los otros tres se reían por la broma que habían hecho.

-¿Encuentras un poco de diversión en tu miserable vida al burlarte de los más pequeños que tú? - le dijo la princesa a Aegon haciendo que todos guardarán silencio y la mirarán - Y ustedes dos, deberían sentir vergüenza al dejarse tratar como marionetas por Aegon - le dijo a sus hermanos - ¿Sería igual de gracioso si la broma fuese para uno de ustedes? O para mi... - la chica miró hecha una furia a Jace, haciendo que este terminará bajando la mirada avergonzado.

-Si también querías un dragón, debiste decirlo, hubiese conseguido dos cerdos, aunque bueno, pueden turnarse con Aemond para montar a "el terror rosa" - Para aquel momento el príncipe Jace ya había entendido lo mal que había hecho al ayudar a Aegon a armar la treta.

Aemond con los ojos llenos de lágrimas salió corriendo del lugar.

Aemma entendía a la perfección como se sentía Aemond, el fuerte deseo por obtener lo que los demás sí tenían, un dragón. Así que corrió en la misma dirección en la que el joven príncipe Aemond se había ido, adentrándose en el pozo de los dragones.

El lugar estaba bastante oscuro, camino por unos pocos minutos hasta toparse con el niño de cabello plateado llorando en el suelo.

Tenía la cabeza oculta entre sus brazos enrollados sobre sus rodillas y sus sollozos eran fuertes.

Aemma se puso de rodillas frente a él y apartó los brazos del niño obligándolo a levantar su rostro y mirarla.

-No merece la pena que desperdicies tus lágrimas por ellos -.

-No es justo que ellos se unan para molestarme, nunca formo parte en sus juegos a no ser que yo sea su bufón, no tengo a nadie a mi lado nunca, estoy solo siempre - Aemond aunque era un par de años más grande que Jace, Aemma y Luke, era el más sensible de todos -Nunca seré como él, respetado entre los demás-.

-Claro que no, serás mejor que él Aemond, tú pasas más tiempo que los demás leyendo y estudiando, eres más listo que él y yo te he visto cuando prácticas con la espada de madera, tienes más talento que los demás. Ya verás que llegará el día en que ellos te respeten, serás el mejor guerrero y además uno muy inteligente, de eso no tengo duda-.

Aquellas palabras habían logrado hacer que el príncipe dejará de llorar, incluso se sentía mejor, se preguntó como las simples palabras de una niña más pequeña que él diciéndole lo hábil e inteligente que era, habían tenido tal efecto en él, tal vez era la forma en la que lo había dicho, ppr primera vez alguien lo hizo sentir que era valioso.

-Gracias a los dioses porque no eres igual a ellos-.

-Yo entiendo como te sientes, también he pasado mucho tiempo sintiéndome triste por no tener un dragón, no somos tan diferentes entre nosotros- Aemond asintió con la cabeza.

-¡Aemma!... ¡Aemma! - escuchó las voces de sus hermanos llamándola a lo lejos - ¿Donde estás Aemma? -.

Sabía que debía regresar con ellos, pero no se sentía bien dejando al príncipe solo ahí.

-Debes irte con tus hermanos, no te preocupes por mí, me iré en un rato- Aemma sabía que eso no era cierto, Aemond ya se había adentrado demasiado al pozo un par de veces antes, para mirar a los dragones y tratar de obtener uno para él.

Pero Jacaerys y Lucerys no paraban de llamarla, por lo que se puso de pie y antes de regresar con ellos miró a Aemond a los ojos y le dijo

-Si de algo sirve, yo puedo estar a tu lado cuando lo necesite, así ya no estarás solo - la joven princesa le regaló una sonrisa y se hechó a correr dejándolo solo.

Ellos no lo supieron en ese momento, pero ese fue el inicio de la conexión especial entre ambos.

La sonrisa de Aemma se quedó incrustada en la mente del joven príncipe y deseó volver a verla sonreír, pues ese simple gesto lo hizo sentir bastante complacido.

Sin esforzarse, Aemma Velaryon dejó maravillado a Aemond por lo dulce y amable que había sido con él, la manera en que ella se expresó de él con tan poca edad llamó la atención del joven Targaryen, esa tarde Aemma hizo lo que nadie se había molestado nunca en hacer por él, hacerlo sentir que era especial.

Aemma chiquita

Aemma chiquita

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Fuego y Sangre: Aemma Velaryon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora