La reina y su doble cara

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La salud del rey Viserys empezó a empeorar día con día, incluso había perdido un ojo y parte del rostro del lado derecho, por lo que en privado usaba vendas y cuando tenía que hacer acto de presencia le colocaban una máscara de bronce. Además también su mente comenzaba a fallarle, Aemma lo notó esa mañana cuando de la nada la llamó Rhaenyra y comenzó a hablarle como si fuera su hija, después volvió a tratarla como Aemma de la nada.

Después de eso la chica se acercó al patio de entrenamiento donde sus dos tíos se encontraban peleando entre si.

Aemma no tardó mucho en aceptar que sentía algo fuerte por Aemond, lo supo de inmediato pues era diferente al cariño que le había tenido en su niñez.

Para la suerte de Aemond, Aemma no era una joven tímida, ella no hacía ni el menor intento de disimular lo que sentía por él. En cambio el joven príncipe, si bien también se portaba con malicia con ella en ocasiones, se negaba a aceptar lo que sentía por su sobrina.

-¿Te gusta que ella te vea luciendote, verdad hermanito? - le habló Aegon a Aemond mientras ambos peleaban uno contra el otro en el patio de entrenamiento - Pues como un experto en el tema dejame decirte que nunca pasará nada con una mujer si solo te le quedas viendo con ojos... Perdón, ojo de corderito-

-Cállate Aegon - golpeó su espada contra la de él para bloquear un golpe.

-Parece que es mutuo ¿no? Ella se la pasa mirándote cada vez que puede, aunque bien podría ser solo porque siente curiosidad acerca de lo que podría encontrar bajo ese feo parche. Pero he de felicitarte, creí que a mi hermanito no le interesaban en absoluto las mujeres, pero mira a que buen par de tetas les has puesto los ojos encima, perdón, el ojo - Aemond apretó el puño que tenía libre con fuerza, dejó en el olvido la espada y camino hacia Aegon proporcionandole una patada tan fuerte que el mayor de los hermanos quedó de rodillas por la falta de aire- No tienes que ser un puto animal siempre, estoy tratando de darte ánimos -.

-No veo de que manera lo haces, lo único que haces es decir estupideces-.

-Te digo que dejes de solo mirarla y te la cojas, ella accederá fácilmente seguramente- Aemond odiaba que alguien insinuara que Aemma era una joven fácil, él sabía lo delicada que era con hacerse respetar entre los hombres, ya había hecho que cuatro hombres perdieran la lengua por decir vulgaridades de ella - Yo lo haría sin dudarlo, la chica es una belleza. Ahora que veo en lo que se convirtió me parece una lástima que no nos casaran, seguro es mejor en la cama que Healena, la veo mas pasional- Aemond le dio una cachetada a su hermano, odiaba escucharlo menospreciar a la dulce Healena, como si él fuera quien se lleva la peor parte por estar casado con el otro. Y se había sentido asqueado cuando lo imagino tomando a Aemma como suya.

-Ten respeto por las mujeres al menos solo por una vez en tu vida- Aegon se puso de pie ya bastante malhumorado.

- Seguro a madre le encantará saber por quien se te pone dura- el mayor de los hermanos le hizo una seña para que viera lo que pasaba arriba de donde ellos se encontraban, su madre estaba hablando con Aemma, por la cara que ambas mujeres tenían era fácil suponer que discutían.

Podría ser por cualquier cosa, pensó Aemond.

Pero cuando su madre lo miró directamente a él con toda la desaprobación del mundo momentos después de que Aemma pasará a toda prisa a un lado de la mujer dejandola con la palabra en la boca, quedó más que claro porque discutían.

-Parece que el hijo perfecto de la reina está a punto de saber lo que es decepcionar a su madre. Y si yo fuera tú no me haría tantas ilusiones con nuestra bella sobrina, seguro ella querrá un esposo completo, no un tuerto con un carácter de los mil demonios- Aegon pasó a su lado empujandolo y se fue de ahí dejando a Aemond solo.

Fuego y Sangre: Aemma Velaryon Where stories live. Discover now