Un esposo para la princesa

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El día de recibir a los candidatos para la princesa Aemma había llegado. Desde temprano hombres de honorables casas habían sido recibidos en el castillo como invitados de honor.

Aemma terminó de ser peinada y le pidió a la dama que compañía que su abuelo le había dado que la dejara sola, pues quería un poco de paz antes de tener que estar ante tantos caballeros.

Cuando llegó el momento de hacerse presente en la sala del trono, fue sir Erryk quien la escoltó hasta su lugar, donde enseguida se dio cuenta que faltaba su abuelo.

En su lugar estaba sir Otto Hightower sentado en el trono, acompañado de su nieto Aemond. El hombre se disculpó con los lores y les explicó que el rey se encontraba muy mal de salud, por lo que se le encargó a él estar presente en el cortejo hacia la princesa.

Aemond no supo disimular lo mucho que se sorprendí de ver a Aemma tan bien arreglada.

Claro que siempre la encontraba hermosa, pero ese día usaba un vestido delicado diferente a lo que acostumbraba a usar diario, ni siquiera llevaba los colores rojo y negro.

Era lógico que el lugar estuviera tan lleno de hombres que deseaban su mano

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Era lógico que el lugar estuviera tan lleno de hombres que deseaban su mano.

Aemma por su parte no se sentía cómoda con que Otto Hightower fuera el que la acompañara, pero tampoco podía objetar.

Aunque la presencia de Aemond a diferencia de la de sir Otto, la hacía sentir segura, a dos días de su discusión con la reina todavía daba gracias a los dioses de que Aemond no se hubiera alejado de ella.

Después de que Alicent fuera a la habitación del joven a encararlo y descargar su enojo porque no la había obedecido, este le dejó claro que aunque amaba y respetaba a la mujer que lo había traído al mundo, no se alejaría de Aemma solo por el odio que ella le tenía a la familia de esta.
Y más tarde en la noche, a Aemond se le ocurrió deslizarle un mensaje en papel por debajo de la puerta a Aemma.

"Te veo mañana en nuestro lugar igual que siempre, no vayas a dejarme esperandote"

Aemma no llevaba más de una hora sentada conociendo a los caballeros cuando el aburrimiento ya se había hecho presente.

Cada hombre le parecía peor que el anterior, si no era muy viejo, era un joven engreído que quería una esposa sumisa y de apariencia hermosa.

Sin duda el peor hasta el momento había sido Tyland Lannister, el hermano menor de Jason Lannister, miembro del Consejo real bastante fan de la reina Alicent y su padre, en el pasado el mismo Jason había cortejado a la princesa Rhaenyra.

Tyland era tan solo un niño de la edad de Luke, aún así los Lannister dieron por segura la mano de Aemma en el momento que vieron a Otto sentado en lugar de Viserys, solo hacía falta que el joven Tyland le dijera un par de elogios a la chica.

-Si le pidiera que nos unieramos en matrimonio pronto ¿aceptaría mi lord? - habló Aemma al niño que asintió de inmediato. Aquello no pudo haber molestado más a Aemma, cada cosa que decía el niño eran palabras de Jason Lannister - Supongo que sabes que tengo un hermano de tu misma edad, mi lord, te veo y él se me viene a la mente, seguro se llevarían bien, aunque puede ser un poco tímido al inicio, Luke disfruta de los juegos todavía ¿Y tú? - Jason Lannister se dio cuenta de inmediato que la princesa se burlaba de ellos.

El chico no supo que responder y miró a su hermano buscando ayuda, esté negó enfurecido y le ordenó mirar al frente.

-¿Qué sucede sir Jason? ¿No preparó al niño para esa respuesta? -.

-Le aseguro que mi hermano será un buen esposo - fue lo único que supo decir Jason.

-Podría tener razón, seguro lo descubrirá cuando este tenga la edad adecuada para contraerlo, mientras tanto debería de dejarlo ser un niño - Aemma se puso de pie y pidió un momento de descanso para tomar aire.

Enrealidad necesitaba bajarse el enojo que los estúpidos Lannister le habían provocado.

-No tienes que elegir un esposo justo hoy, solo son propuestas de candidatos ¿lo sabes verdad? - escuchó la voz de Aemond llegando al balcón a donde ella estaba.

- Son unos imbéciles todos - aquello hizo sonreír a Aemond.

-O es que tus estándares son demasiado altos -.

-¿Tú crees? -.

-Por supuesto, tú eres fuego mi princesa, no te sirve un hombre que solo quiera controlarte, tú necesitas a alguien que arda contigo en las llamas- la manera en la que Aemond la veía, como si él la deseara. La hacía querer escucharlo decir que el con gusto sería el que se casará con ella.

Aemma observó a Otto mirandolos a través de la ventana desde el interior de la sala del trono, Aemond también se percató de esto y enseguida se separó un poco de la chica.

-Debes regresar y seguir escuchandolos-Aemma asintió y antes de que está se moviera, Aemond tomó su mano y la apretó ligeramente-Suerte encontrando a alguien que este dispuesto a romper cada maldita regla por tí, mi princesa - la princesa soltó la mano de Aemond con pesar y entró de regreso al salón psra retomar su lugar escuchando a los lores.

Después de un rato Aemond volvió a entrar a la sala, quedandose a admirar la belleza de Aemma desde el marco de la puerta.

Siguió admirando a la distancia a su princesa tranquilo hasta que el joven Rickon Stark se puso casi de rodillas ante Aemma para depositarle un beso en la mano.

Aemond ardió en celos, y estos empeoraron cuando escuchó la risa de la chica en respuesta a algo que el joven lobo le había dicho.

Aemma le sonreía de una manera parecida a la que le sonreía a él cuando estaban juntos. Aemond se llenó rabia y tuvo el deseo de ir hasta donde estaba el tipo para cortarle el cuello.

Pero después de todo no podía hacer nada, aunque deseaba que Aemma no fuera de nadie más que de él, sabía que él no podría tenerla nunca por muchísimas razones, por ello no podía molestarse porque encontrará a alguien más, aunque eso le quemara desde adentro.

Esa tarde en el castillo, Rickon Stark, el hermano menor del Viejo lobo había destacado de entre todos los caballeros de los siete reinos logrando llamar la atención de Aemma Velaryon.

Y aunque Aemma si se sintió bastante impresionada por el joven lobo, no podía dejar de desear que su tío, quien la miraba desde la distancia con cara de querer matar a su pretendiente, caminara hasta ella y pidiera su mano ahí mismo

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Y aunque Aemma si se sintió bastante impresionada por el joven lobo, no podía dejar de desear que su tío, quien la miraba desde la distancia con cara de querer matar a su pretendiente, caminara hasta ella y pidiera su mano ahí mismo.

Fuego y Sangre: Aemma Velaryon Where stories live. Discover now