Discordia

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En la madrugada, antes de que el sol saliera, alguien llamó a la puerta de la habitación donde Aemma y Rickon dormían.

—¿Pero qué carajos...?— preguntó Aemma de mala gana.

—Yo iré, vuelve a dormir—.

Rickon no tuvo que repetirlo, y mientras Aemma se daba vuelta acomodándose, él se levantó de la cama y abrió la puerta.

—¿Qué diablos haces aquí?— preguntó al ver a Sara de pie frente a él—¿Estás loca? Nisiquiera ha salido el sol ¿Qué crees que va a...—Rickon guardó silencio y de mala gana salió de la habitación, dejando la puerta topada —¿Qué crees que va a pensar Cregan si se entera de que estás aquí? ¡Mierda Sara, no puedes visitarme en mi habitación, menos a estas horas—.

—Calmate Rickon. Por amor a los dioses, creí que al estar aquí con tu mujer finalmente estarías mas relajado conmigo, pero actúas mas nervioso que antes—Sara puso los ojos en blanco.

—¿Qué es lo que quieres, Sara?—.

—Hablar un poco contigo, Rick. Ayer fuiste amable conmigo cuando recién llegaste y parecías interesado en mí. Pero luego en la noche cuando pudimos estar a solas después de tanto, te fuiste tan rápido como pudiste —la mano de Sara acarició la mejilla de Rickon— ¿Acaso ya no me quieres, Rickon?—.

—Claro que siento afecto por tí, compartimos sangre, Sara. Y hacía mucho que no te veía, tenía interés en saber como habías estado—.

—¡Sabes que no me refiero a esa clase de afecto! ¡Me juraste amor antes!—.

—Era un niño en aquel momento, creía que lo que teníamos era amor, pero no, solo te aprovechabas de lo joven y estúpido que era— Sara negó de inmediato.

—No digas eso, Rickon. Te he extrañado como no tienes idea. Una cosa era no poder estar a solas contigo pero si poder verte en el castillo, pero tenerte tan lejos por tanto tiempo, eso fue una tortura— Sara acercó su rostro al de Rickon intentando besarlo, pero el castaño fue rápido y alcanzó a retroceder un paso, evitando que sus labios y los de la chica se juntaran.

Sara lo miró dolida.

—¿¡Cómo se te ocurre!? Mi esposa duerme en mi cama ahora mismo ¡Y baja la voz, por un demonio!—.

—¿Crees que me importa si esa niña mimada me... Un momento— Sara soltó una risa amarga mientras veía a Rickon a los ojos— No te preocupa que Cregan se de cuenta, sino esa chica ¿Verdad?— Rickon guardó silencio, pero por la manera en la que la veía, Sara sabía que estaba en la correcta— Sacame de una duda, ¿Tu temor es porque si se entera podría alimentar a su dragón contigo o solo es  porque la amas?—.

—Vete de aquí, Sara— la chica miraba con los ojos cristalizados a Rickon—¿No escuchaste? Quiero que me dejes tranquilo y te límites a solo ser mi hermana—.

—No soy tu hermana...—.

—Bien, como quieras entonces. Pero déjame en paz—el rostro de la chica estaba rojo y sus ojos parecían querer asesinar a Rickon.

—Te arrepentirás de tratarme así— la pelinegra se dio la vuelta y comenzó a caminar hecha una furia alejándose de la habitación.

Rickon suspiró y pasó ambas manos por su rostro jalandolo, para luego regresar a la habitación con Aemma.

El sol apenas comenzaba a dejarse ver y su día ya había sido arruinado y amargado por alguien.

Mas tarde, Aemma que había escuchado que se trataba de Sara quien golpeaba con inasistencia la puerta, comenzaría a hacerle preguntas a Rickon que lo pondrían de peor humor.

Fuego y Sangre: Aemma Velaryon Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt