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–Pues coge el maldito teléfono y quéjate. Ya basta de comerme la oreja con tanta mierda sobre tiritas y platos de doscientos euros– salta mi padre, que ha dejado de mirar el partido de fútbol por un segundo para centrarse en mí.

Hago una mueca y me ahueco el moño mal hecho de andar por casa.

Hace cosa de hora y media que estoy contándole mis penas a mi padre, que ha mirado primero el partido de fútbol como si fuera el locutor, pasando bastante de mí, y todas han terminado en la tirita, el precio, o el chef.

–No caigo tan bajo– contesto, mirándole por encima del hombro.

Mi madre se acerca con una cerveza y la deja sobre la mesa de café después de darle un trago.

–Pon mi telenovela– ordena a mi padre, al que sólo le falta una hilera de humo saliéndole por las orejas.

–Deja los diez minutos de prórroga que quedan. Yo veo el gol clarísimo– intenta convencer a mi progenitora, que le arranca el mando de las manos y pone su programa en la tele.

–De verdad, yo no puedo soportar esto que miras, es más aburrido que tu madre.

La colleja la oyen hasta en la casa de al lado.

Mi padre hace unos intentos pésimos para no llorar, mientras yo intento contener la risa.

–Ríete y verás donde acaba mi mano estampada– amenaza mi padre, mirándome fulminantemente, mientras sus ojos empañados hacen intentos por no salir a la luz.

–De acuerdo, fiera.

Me levanto del sofá, dejando a mi madre su telenovela y a mi padre con su enfurruñamiento, para coger el teléfono y una tarjeta que tengo en el primer cajón de la cómoda del salón.

Marco el número correspondiente al Simply Soft y espero a que me contesten.

–Restaurante Simply Soft, ¿qué desea?

«Un sofá, no te jode...»

–Querría hablar con el dueño o el encargado, tengo una queja que aclamar.

–Enseguida, señora, ahora le paso al señor De Oleza.

Espero unos segundos que se me hacen eternos, hasta que una voz masculina grave y distante me contesta.

–Guillermo De Oleza, ¿con quién hablo?

–María Sastre, señor. Vine la noche anterior a cenar y me ocurrió un imprevisto.

–¿Perdió la mesa?

–Me pusieron una tirita en el plato.

Se oye la respiración entrecortada del dueño, quien seguramente respira así por el exceso de grasa de su cuerpo. O así es como me imagino su figura.

–¿Quiere hablar con el chef?– pregunta, un rato después, con su singular voz.

–Ya lo hice. Y me mandó a freír espárragos, literalmente.

–Ya verá este malnacido lo que es freír espárragos...– musita el hombre.

–No lo despida, por favor– un impulso sale de mí como la misma tirita de mi boca.

–¿A santo de qué?

–Quiero que me consiga una reunión con él. Me va a pedir perdón de rodillas, se lo aseguro. No perderá a un gran chef.

–Un gran chef no deja que sus clientes tomen tiritas de sus heridas.

–Probablemente no fuera suya.

–Pero usted ha dicho que la mandó a freír espárragos cuando se lo contó. Debería haberlo afrontado. ¿Le regalaron los postres?

Niego con la cabeza, aunque sé que no me ve.

–Pedimos el menú de degustación, era o todo o nada.

Me enrollo el cable del teléfono en el dedo mientras doy golpecitos en el suelo con mis pies descalzos.

–Lo siento mucho, no debería haber ocurrido este percance.

–No es culpa suya– me apresuro a decir, cerrando los ojos–. O sea, supongo que es de algún cocinero... Yo solo quiero que el chef pida disculpas como jefe de cocina y representante, ¿sabe?

–No la entiendo, creo que se está contradiciendo– oigo como si alguien se rascara la barba, y seguramente es lo que está sucediendo.

–Yo... Sólo quiero una disculpa por su parte, no creo que fuera correcto que insinuase que era una mentirosa y que no era culpa suya.

–De acuerdo, señorita Sastre. Venga esta tarde a las siete, hoy tenemos cerrado, por lo que estará disponible para usted en cuanto yo lo mande.

Una gran sonrisa se forma en mi rostro.

–Muchas gracias, señor De Oleza.

–A usted, señorita Sastre. Y me gustaría invitarla a una cena con quien usted quiera, cortesía de la casa. Le pido perdón por las molestias.

Mientras oigo los gritos de mi madre, cuelgo y me miro los pies, victoriosa.

Ya verá ese guiri cuadriculado lo que es llevarme la contraria.

El Chef (2015)Where stories live. Discover now