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–¿Jorge?– digo, tragando saliva.

Me doy la vuelta lentamente, con los ojos cerrados, esperándomelo con la mandíbula desencajada y los ojos rojos de la rabia. Pero, ¿por qué iba a estar así?

–¿Ibas a besar a tu cuñado sí o no?

Cuando abro los ojos, me sorprendo de verle a unos metros de mí, con los brazos caídos a ambos lados de su cuerpo, mirándome con asombrosa tranquilidad y con la cabeza ladeada, como un perrito inocente.

–Tú besaste a mi mejor amiga, así que...– intento desviar el tema, intentando no entrar de lleno en algo de lo que creo que no tengo la culpa. O sí.

–No te lo voy a repetir– dice, cruzándose de brazos, haciéndome enfurecer. ¿Quién se cree que es? ¿Mi padre?

–Prefería besarlo yo a que lo hiciera esa oxigenada– digo, refiriéndome a la rubia de la discoteca.

–Es el novio de tu hermana. Además, podías haberte apartado en el último momento y haber empezado a correr, o enfrentarte a ella, o contarle la verdad o, incluso, ignorarla. Todo son opciones y tú ibas a coger la más fácil y la más peligrosa. Le ibas a besar, ¿no es así?

–No te metas en mi vida, Jorge, yo no lo hago en la tuya.

–Quieres matarme por acostarme con Rebeca.

Un tembleque empieza dentro de mí y me provoca un tic nervioso en el ojo. Maldita sea.

Odio sacar este tema, pero es inevitable. Tengo que dejar las cosas claras. Lo nuestro es relativamente reciente, pero... ¿por qué no reaccioné tan mal cuando conocí a la novia que tuvo tras romper conmigo?

–Porque es mi mejor amiga. ¡Claro que me enfado por eso!– contesto, tanto a su pregunta como a la mía.

Se mete las manos en los bolsillos delanteros de sus vaqueros negros y me clava sus ojos en los míos. Qué rabia me da que haga eso.

–Estaba muy borracho– se excusa, fingiendo arrepentimiento.

La recepcionista nos observa como si fuéramos un partido de tenis.

La miro de reojo y doy dos zancadas hasta llegar a la posición en que se encuentra, preparada para la incomodidad que eso me produce y a la vez alejándome de los oídos cotillas de mi empleada.

–Como yo ayer, y eso sigue siendo insuficiente– murmuro, mirándole, intentando intimidarlo.

–No es lo mismo.

Sus ojos se muestran caídos de repente. Odio que haga de cordero degollado en estos momentos en que al único que quiero degollar es a él.

–Claro que no, tú eres mi ex y ella mi mejor amiga. Ni el uno ni el otro tendríais que haber cedido. ¡Dios! ¡Para de poner esa cara de pena, que me dan ganas de partírtela en dos!– aumento mi tono de voz, cada vez más enfadada.

–Y Carolina es tu hermana.

Entreabro los labios y le miro con puro odio.

–Rebeca es como una hermana para mí, ¿sabes? Nos conocemos desde los doce años y nunca nos hemos peleado. Es entonces cuando llegas tú y lo estropeas todo, porque eres un mierda y me atacas cuando la que debería estar atacando soy yo.

Abre la boca como si fuera a contradecirme, pero la vuelve a cerrar, al no encontrar argumentos sólidos.

Bufo y me giro, enfadada. No quiero hablar con este imbécil.

–Fuera de mi hotel– recito mi frase recién denominada favorita.

–Creía que era el hotel de mi padre.

La voz de Hugo me sorprende, haciéndome girar otra vez.

Se está quitando la chaquetilla con el gesto serio, como la mayoría del tiempo, acercándose desde el comedor.

–Pensaba que te habrías ido ya– digo, cuando pasa por mi lado y ni se digna a mirarme.

–Hola a ti también, chaval– musita un ofendido Jorge, al que no hago caso.

–Señor Sáenz.

¿Cómo sabe su apellido?

Me giro hacia uno y hacia el otro, viendo sus miradas desafiantes. ¿Qué les pasa?

–¿Hola?– intento llamar la atención, pegando un taconazo en el suelo.

–Me voy, llego tarde al Simply Soft.

Hugo sale por la puerta de cristal y veo cómo desaparece entre el tumulto de gente que transita la calle comercial principal.

Me quedo a solas con la recepcionista y Jorge, quien mantiene la mirada desafiante hacia la puerta de entrada y salida.

Nuria parece estar en la mejor película de su vida. Solamente le faltan las palomitas para ser una velada diez.

–Marica– dice entre dientes Jorge, observando la puerta con odio.

¿Qué cojones me he perdido?

–¿Por alguna razón en especial?– intento averiguar.

–Es un maldito marica consentido– susurra, como si mi oreja fuera tan sorda como la de mi abuela y no pudiese oírle.

Evito los comentarios, tampoco quiero que se piense algo que no es.

Porque no es.

¿Pero qué es lo que no es?

–Besa mejor que tú, eso seguro.

Me doy la vuelta como la gran mujer que soy y me voy del Aíram antes de que mi exnovio intente contradecirme.

El Chef (2015)Where stories live. Discover now