★ 67

25.2K 1.6K 198
                                    

-No sé si te has llevado los objetos de tu habitación o los de toda Mallorca- bufa el chef, pasándose el antebrazo por su frente mojada, mientras hace un movimiento que seguro que a mí me provocaría tortícolis para colocarse el pelo.

Dejo la última caja sobre su cama y me acerco a él.

Le agarro de la camisa vaquera abierta y lo atraigo hacia mí, besándolo después.

Él responde casi al instante, colocando sus manos en mi nuca, despeinándome la cola de caballo que he improvisado minutos antes.

Siento su lengua abrirse paso entre mis labios y decido que todo está perdido cuando me muerde el labio inferior.

Con una fuerza bruta que sé de dónde ha salido con plena convicción, me empuja hacia atrás, con tanta suerte que caigo sobre la cama y no por la ventana y no quedo espachurrada en el suelo como un huevo frito.

Pone su rodilla entre mis piernas y deja caer su cabeza sobre la mía, rozando nuestras narices para continuar besándome acto seguido.

Siento su respiración agitada y no entiendo cómo puede estar tan despierto a las diez de la mañana después de tres horas de colocar cajas alrededor de su frío y monótono piso con unas vistas que jamás hubiera podido imaginar de no ser porque allí están, detrás de la cama en la que me ha acorralado.

Separa sus labios de los míos para besarme la línea de la mandíbula y descender con delicadeza por el suelo, empezando rozando suavemente sus suaves labios con mi sensible piel, que se eriza nada más sentir su contacto.

-¿Dónde quieres que ponga...?- interrumpe, abriendo la puerta de golpe, él.- Oh, Gott, Entschuldigung.

Hugo salta de la cama, quedando de pie frente a su hermano, quien tiene el gesto más serio que jamás ha mostrado.

Me incorporo sobre mis codos y levanto la cabeza, avergonzada. Me encanta cómo logro siempre quedar en ridículo, es algo impresionante.

El hombre levanta una ceja y respira hondo.

-¿Dónde quieres que ponga tu osito de peluche rosa?- termina la frase Björn Schneider, abriendo del todo la puerta y entrando con mi mejor amigo no-vivo en su mano izquierda, y me lo tiende.

Me levanto y, corriendo, alcanzo el osito y sonrío a mi jefe.

Él pone los ojos en blanco.

-¿Podríais cerrar la puerta cuando estoy en esta casa y queráis desfasados del tema?- pide, dándose la vuelta y levantando dos dedos al aire.

-Hubieses llamado a la puerta- contesta su hermano, frunciendo el ceño.

El tipo se gira, con la furia instalada en sus facciones marcadas.

-No me hubieses obligado a ayudar a tu mujer de la escoba a colocar cajas y cajas de trastos inútiles por toda la casa.

Pongo los ojos en blanco y me siento sobre la cama con mi osito de peluche sobre las piernas, acariciándolo a la vez que observo cómo se le hincha una vena en el cuello a Hugo.

El señor Schneider aparece por detrás de su hijo pequeño, ondeando al aire mi rizador de pestañas.

-¿Alguien me puede explicar qué cojones es ésto y para qué lo necesitas?- grita, como si no le oyéramos.

Björn se gira hacia su padre con cara de cabreo y le arranca de las manos mi rizador.

-Esto es un cortador de uñas último modelo.

-¡Björn, no toques sus cosas!- le advierte su hermano, a la vez que el señor Schneider se ríe. Veo que ya se han arreglado.

-No nos hubieras hecho venir aquí para, precisamente, tocar sus cosas- le gruñe su padre.

De tal palo tal astilla.

-Os podéis ir si queréis, no os obligo a quedaros. Es más, estaremos mejor sin vosotros- habla por los dos.

-Ah, no, no- discrepo-. Necesitamos a tu familia para que nos ayude con todo esto- Hugo me mira con rabia, pero le ignoro-. Señor Schneider, Björn, quedaos, por favor.

El hombre mira al techo y luego a mí, ladeando la cabeza como lo hace su hijo. Björn, en cambio, con mi rizador de pestañas todavía en la mano, se da la vuelta y desaparece por el pasillo, hasta que se oye una puerta cerrarse, probablemente la de su habitación.

-Si consigues que este al que llamo hijo me pida perdón, encantado me voy a quedar.

Sin decir nada más, coge la puerta y se va, dando por hecho que no voy a conseguir que el testarudo del chef le pida perdón.

-¡Auf Wiedersehen!- chilla mi nuevo compañero de piso, con una pícara sonrisa en su rostro.

-Fick dich!- le contesta su padre.

Él le saca el dedo corazón a la puerta, como si Conrad pudiera ver a través de las paredes.

-¡Hugo!- le recrimino, a la vez que él se ríe.

-No pienso pedirle perdón- dice, como si fuera algo obvio.

-Como no le pidas perdón me voy de esta casa- amenazo.

Él hace como que piensa, pero después suelta una carcajada que me ensordece.

-Creo que tendrás que probar algo mejor.

-Haré lo que quieras- sueno segura, aunque no lo estoy. No sé de lo que es capaz de hacer este alemán demente.

A Hugo le cambia la cara de golpe, como si hubiese dicho la clave de la inmortalidad.

-¿Lo que yo quiera?

Trago saliva y bajo la mirada.

-Lo que quieras.

Oigo los pies de Hugo chocar rápidamente contra el suelo y sé que la he cagado.

-Es tut mir leid, deswegen bin ich mit Marría zu Bett gehen.

El Chef (2015)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora