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Cuenta alternativa: Vampirofila

He estado segura durante todo el trayecto de que Björn va a decir algo en contra de mí y de mi vida privada que no le importa un pimiento cuando nos oiga entrar a Hugo y a mí por la puerta de su casa, pero resulta que no, que me he equivocado, porque ni siquiera le he visto.

Hugo me ha llevado hasta el Simply Sodt, seguramente porque debe preparar algo, ahora, a las doce de la noche de un domingo, cuando el restaurante está cerrado, pero no me ha dicho nada. Ni una pista. Ha estado callado todo el camino.

En la entrada, el maître, cuyo nombre, si mal no recuerdo, es Lope de Prada, está al ordenador, comprobando algo en el ordenador a la vez que escribe en el libro de reservas, bostezando. Saluda a Hugo, quepasa de largo, avanzando hacia el pasillo que desemboca en la cocina del restaurante.

Yo, como un perrito, le sigo, intrigada por lo que vaya a hacer o decir, tras observar cómo Lope maldice por lo bajo.

Tardo un poco más en llegar, porque sus piernas son considerablemente más largas que las mías, y su velocidad y la mía no tienen punto de comparación. Cuando abro la puerta, en la oscuridad del lugar, me lo encuentro a él, apoyado en la encimera más cercana con la cara entre las manos.

–¿Qué te pasa, Hugo?– le pregunto, acercándome a él y acariciándole la espalda. Él se remueve incómodo, y se aparta de mí.

–No entiendo por qué me ocultas que ese marica está enamorado de ti. Ha sido muy triste el hecho de que, acompañado del tal Manuel Castaño, fuera a tu despacho a coger las llaves para cerrar la cocina, y me encontrara la carta. Si me hubieran hecho una foto en ese momento, sería el hazmerreír de toda Europa en cuestión de segundos.

Me cuesta creerlo, porque quiera admitirlo o no, es el hombre más bello del mundo.

–¿Sabes? Norma está aquí, ha venido a verme, por si te interesa– me comunica, mirándome a los ojos–. Te iba a contar nuestra historia, cómo veo el hecho de que me dejó hace trece meses, lo que siento y seguiré sintiendo toda mi vida por ella. Pero no pude, porque tenía miedo, pensaba que yo lo sabía todo de ti, y que no iba a merecerte.

Se me encoge el corazón al instante, y debo apoyarme en la misma encimera que él para no desmayarme.

–Debes entenderme, era mi cuñado...– intento excusarme.

–Y Norma es a la única mujer que he querido más que ha mí mismo en toda mi vida.

Mi corazón se hiela en ese momento. Las piernas me flaquean, por lo que me excuso el hecho de haberme agarrado con fuerza de la cocina de repente. Mis ojos, normalmente secos por las malditas lentillas que pocas veces llevo, se humedecen sin demasiada razón, y me siento la mujer más desdichada del mundo.

Hugo no me mira. Claro, ¿cómo me va a mirar, a oscuras, después de soltarme una bomba y reñirme por haber enamorado a otro hombre como si hubiera sido culpa mía? Por primera vez, me doy cuenta de que yo, en realidad, no he tenido nada que ver con aquello, y que no hay razón para seguir martirizándome, más que por habérselo ocultado a Hugo.

–Supongo que eres consciente de que eso último ha sobrado, ¿verdad?– digo, con la voz más firme que puedo aparentar, sin dejarme abatir por la situación. Soy una mujer, no un perro.

–No lo hubiera dicho si no fuera verdad.

Tengo la sensación de que mis manos se van hinchando poco a poco, y me sobran razones para las que abofetearle, y dejarle allí, con su Norma, su vida, y su desgracia.

El Chef (2015)Where stories live. Discover now