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-Björn- le llama Hugo, agitándolo.

Yo dejo el bolso sobre la mesa de café y me bajo de los tacones con cautela, porque no quiero arriesgarme a romperme un pie.

Mi aspiración a cuñado se gira lentamente, con los ojos cerrados, y se encoge de piernas como si fuera un bicho bola.

Hugo pone los ojos en blanco y me mira fijamente. Es difícil encontrar algo que me delate, porque me mantengo serena, todo lo que mi cuerpo me permite. Mi corazón, en cambio, palpita bruscamente dentro de mi pecho, en el que no creo que aguante demasiado, porque, a este paso, va a salir disparado.

No sé identificar con exactitud lo que siento ahora. Me gusta Hugo, me gusta muchísimo. Le quiero. Sin embargo, el amor no puede basarse en el miedo que, repentinamente, siento hacia él, pues he descubierto una nueva faceta suya. Una faceta en la que se ha vuelto loco, he sentido que iba a morir, y, de pronto, se ha echado a llorar. Ha llorado como un niño pequeño, como si fuera la primera vez, y creo que ha sido el momento en el que he sentido que estaba más cercana a él. A su verdadero yo.

-¿Qué es eso?- me pregunta, y temo que me haya descubierto observándole con compasión. A mí tampoco me gusta que la gente me mire como si fuera una tortuga sin caparazón -o un gato egipcio, en su defecto-, porque me siento impotente.

Pero, cuando me doy cuenta de que no me mira a mí, sino a la isla de su cocina, me acerco con cautela para descubrir una botella de litro y medio de Vodka, a la cual, por lo menos, le faltaba la mitad del contenido.

-Alcohol- le digo a Hugo, agitando la botella.

-Scheiße- murmura, y viene corriendo hacia mí.

Pronto desvía el recorrido y abre la nevera, de la que saca una botella de agua, que, posteriormente y tras acercarse a su hermano, deja caer sobre el rostro del diablo protector de la casa.

-¿Qué pasa?- pregunto, dejando el vodka donde estaba, acercándome rápidamente hacia el sofá.

Hugo le pega un par de bofetadas en ambas mejillas mientras sigue bañándole la cara.

-No puede beber. La última vez que lo hizo, en la tercera boda de mi madre, acabó tirando a un hombre por la ventana después de despertarse. Es un peligro público.

Me muerdo la lengua para no decirle que su sola presencia es un peligro, incluso sobrio.

Le pega una fuerte bofetada en la mejilla derecha que provoca que, bruscamente, se caiga del sofá con el susto metido en el cuerpo y los ojos tan abiertos, que se le van a salir de las órbitas.

-Björn- le llama su hermano, de cuclillas enfrente de él, con una mano sobre el sofá y la otra encima suyo.

El rubio mira a ambos lados para cercionarse de que está en su casa, y luego respira aliviado.

-¿Qué pasa?- le pregunto yo, descubríéndome.

Él gruñe.

-Oye, encima de que me preocupo por ti, me podrías contestar con un sonido menos gutural y más decente, ¿no crees?- bufo, frunciendo el ceño.

-A ti ni los buenos días- dice, sin siquiera mirarme.

Esto es increíble.

Me doy media vuelta y empiezo a andar hacia mi habitación, en la que me encierro para quitarme el traje de trabajo. Mi primer impulso es meterme en la ducha, pero luego recuerdo que Hugo me acaba de decir que su hermano es un peligro cuando va borracho, y me obligo a mí misma a ponerme el pijama, todavía sin haberme limpiado. Oigo unos ruidos desde el baño, lo que supongo que es la bañera chillándome para que no la abandone, pero rápidamente me olvido de ellos.

El Chef (2015)Where stories live. Discover now