★ 9

43K 2.4K 42
                                    

Me lanzo en el sofá como una foca, con la cabeza dándome vueltas por los chupitos de tequila que estaban de más después de mi vergonzosa y horrible palabrería con el chef de aquel jodido restaurante.

Joder.

Gruño un poco, recapacitando sobre la vergüenza que he debido ser para el hombre que me puso una tirita en el plato, habiéndome lanzado a sus brazos cual ballena en celo, con mis palabras arrastradas y mis pelos de loca. Seguramente. Porque siempre que voy borracha llevo pelos de loca.

Mi madre me agarra de una manoletina y la tira para atrás. Inmediatamente se arrepiente de su acto.

-¡Qué peste, hija!- grita, echándose la mano izquierda a la boca, agitando el aire con la derecha.

-Son manoletinas. No sé qué te ha hecho pensar que mis pies olerían a rosas después de no transpirar cuatro horas- mi voz llena de gallos pide clemencia por esos últimos sorbos de alcohol-. Oye, mamá, ¿ves tú también al unicornio vomitando purpurina?

-Estás con la cabeza pegada a un cojín. Juraría por mi vida que ves más oscuridad que un bebé en la barriga de su madre.

-No- alargo la vocal para enfatizar la respuesta-. Yo veo un unicornio vomitando purpurina rosa y azul.

-María, va, vamos a tu habitación. Y no te vuelvas a drogar.

-¡Yo no me he drogado!

Mi voz delata lo contrario, que en realidad no es lo cierto, pues sólo llevo licor a palo seco en mi organismo. Pero funciona igual que cualquier estupefaciente.

La verdad, tal vez solamente me esté imaginando al unicornio, pero en mi mente parece tan real y materializado... ¿O el señor De Oleza me ha puesto Absenta en alguno de los chupitos?

Mi madre progenitora intenta cogerme por la cintura y levantarme, pero, obviamente, ella sola no puede.

-¡Toni!- chilla- ¡Toni! Ven a coger a tu hija, que pesa como un muerto. ¡Toni!

El unicornio me guiña un ojo, pega un cornazo a la nada y desaparece. Todo vuelve a la oscuridad. Niego con la cabeza mientras gruño. Absenta de mierda.

-No quiero, no quiero.

Oigo los pasos de mi padre acercarse, tan tranquilos y fuertes como siempre.

-Vamos, niña, levanta.

Me coge por las axilas y me ayuda a incorporarme. Creo que voy a vomitar.

Sé que debería estar muriéndome de la vergüenza ahora mismo. Es decir, son mis padres. Y yo parece que me he caído en una piscina de whisky y no he salido de ella hasta no dejar ni una gota.

-Has ido a quejarte- me recuerda la maruja de mi madre-, no a beber. Y mucho menos a dejarte invitar por el dueño del restaurante que juraste no volver a pisar.

-Oh, vamos, aguafiestas- río-, me han regalado una cena para dos el viernes... ¿Qué más quieres, vejestorio?

-¿A quién llamas tú vejestorio?- chilla mi progenitora, poniendo los brazos en jarra, como solía hacer mi abuela paterna, que en paz descanse.

Mi padre me levanta sobre su hombro y me dejo caer, con la imagen de mi pobre abuela María Consuelo con los puños a ambos lados de la cintura, observando las buenas nuevas de los vecinos de enfrente, que solían gritar mucho y pasar el día en la terraza, incluso, cuando hacía frío.

De repente, recuerdo que llevo un pie descalzo y el botón de los vaqueros desabrochado. Dejo que mis manos caigan como una cascada y me imagino el ruido de la corriente de agua.

-Tengo pis- anuncio.

Mi madre me pega un golpe en el brazo mientras mi padre carga conmigo subiendo por las escaleras.

-Mamá...

-¿Qué quieres, alcohólica?

-¿Vendrás conmigo a la cena del viernes?- pregunto, levantando mareada la cabeza hacia ella, que niega con la cabeza.

-Sí, pero yo no quiero más numeritos.

-No los tendrás. ¿Vienes sólo por la comida?

Levanta una ceja.

-Claro que vengo sólo por la comida. Y para ver al maître, también, estaba bueno.

-¡Teresa!- le reprende mi padre, quien no tiene edad para cargarme de esta forma.

Llegamos al piso de arriba, donde mi progenitor se apura para llegar a mi habitación y dejarme sobre mi cama como si de un objeto se tratase, con el mínimo cuidado, como suele lanzar la leña al montón después de desahogarse cortándola toda la tarde.

-Gracias, papi, pero tenía pis.

Entreabro los ojos para ver a mi padre apretar los puños y maldecir en voz baja.

-Duérmete ya, borrachuza, que me has dislocado tres vértebras y un omóplato- murmura, masajeándose el hombro-. Teresa, me voy a mear, que al mínimo esfuerzo...

Mi madre se lleva una mano a la frente cuando él sale de mi habitación.

-¡Ponte Tena Lady!

-¡Yo no me voy a poner compresas para viejas!- grita desde el recibidor.

Ella pone los ojos en blanco.

-Mamá...

-Eres más pesada que una vaca en brazos.

-¡Dímelo a mí!- se oye la voz distante de mi progenitor.

-...el chef no me ha querido besar.

Yo sigo a la mía mientras una ardilla de colorines me saluda desde la cabeza de mi madre. Le devuelvo el saludo. Puta Absenta.

-No me jodas que ya has hecho el ridículo.

-Sí. Odio mi vida.

-A veces me pregunto si eres un poco gilipollas... pero con amor- levanta las cejas, como si lo último fuera un añadido para quedar bien.

-Pero... No... Yo no he sido. Ha sido el chef, que me ha rechaza...- bostezo-... Rechazado.

Y, con la ardilla arco iris, mi desconcertada madre, mi exhausto padre y mi enorme borrachera, me quedo sopa perdida.

El Chef (2015)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin