★ 19

33.8K 2.1K 152
                                    

–¡Lina!– intento parecer emocionada.

–¡Tata!

–Tienes veintitrés, creo que no hace falta que me sigas llamando Tata como lo hacías cuando tenías tres– digo, echando los hombros hacia atrás y sacando pecho.

–Veo que los años no te han sentado bien– ríe, ahuecándose su inseparable cola de caballo.

–Ni a ti los bollos de chocolate.

–¡María!– chilla mi madre.

–Ha empezado ella.

Nuestra progenitora se lleva una mano a la frente y niega con la cabeza. Coge a mi padre del brazo y le pide ayuda con una sola mirada. Pero el pobre es corto de mente y no se entera.

–¿Y Jorge?– pregunta mi hermana, cruzándose de brazos.

Retengo mis impulsos de saltar sobre ella, dejarla calva, sin dientes y sin ojos. Y sin cejas. Sería interesante ver desaparecer esas orugas que lleva.

–Lo hemos dejado– digo, con un hilo de voz, intentando no levantar el puño y derrumbarle los dientes.

–La ha dejado– dice a la vez mi padre, sonriendo.

Mi madre le pellizca la mano y él emite un quejido que ni un gitano en pleno concierto de flamenco.

–¡¿Que te ha dejado?!

Me acomodo en la silla de la cocina de la casa de mi hermana y me humedezco los labios. No hay nada que me apetezca menos ahora mismo que hablarle de mis temas amorosos a la cotilla de mi hermana.

–Le dejé yo– digo, sacando pecho.

–No es verdad. Vino hace dos semanas llorando a moco tendido con el móvil en la mano y Pablo Alborán a todo volumen. Ya sabes que sólo pone a Pablo Alborán cuando realmente se siente mal y quiere sentirse acompañada.

Parpadeo dos veces mientras mi hermana me mira y se ríe. Muy típico de ella.

Me fijo en las rayas perfectas de un fortísimo negro que lleva en los ojos. Mis sentidos se disparan al verlas.

–¡Tienes novio!

–¿Qué?– para de reír para abrir los ojos muchísimo y fruncir el ceño y los labios.

Aplaudo como una foca mientras suelto una carcajada.

–¡La mosquita muerta tiene novio!

Mi padre entra en el comedor con un plato de jamón serrano recién cortado que deja en el centro de la mesa. ¿Cuándo se había ido a cortar embutido?

–¿Quién tiene novio?– pregunta, cogiendo un trozo de su obra maestra y engulléndola.

–Tu hija– digo, señalándola con una mano y tapándome la boca con la otra.

–No es verdad – intenta excusarse ella.

–Desde que empezaste a maquillarte lo he tenido que hacer yo. Siempre. Tu raya era siempre una carretera sin esfaltar. Ya me entiendes– río.

El Chef (2015)Where stories live. Discover now