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Le pellizco el brazo a Rebeca, quien tiene un careto de desgraciada que me lleva a odiarla.

Recuerdo en la ESO, cuando un chico de ojos negros y nariz aguileña me pidió salir delante de suyo. Tanto ella como yo nos lo tomamos a broma. Teníamos trece años, no sabía ni siquiera qué era aquella bola que sentía en el estómago cuando Jorge se me acercaba a hablarme.

Cuando mi ex se enfadó conmigo por el resto del curso me sentí devastada. Tan solo me había tomado a broma su propuesta, como mi mejor amiga. Y ella se enamoró de él por aquel entonces cuando yo para Jorge era otra compañera de clase a la que odiar.

Cuando empecé a salir con él, a los veinte, Rebeca ya se había olvidado de Jorge, por lo que lo llevó perfectamente. Estaba feliz de que yo hubiera encontrado a alguien, por lo que nunca sospeché de que todavía le gustaba.

Ahora, visto lo visto, no estoy tan segura.

–María, por favor, no me mates– dice Jorge, anunciando su llegada.

Me giro sobre mí misma para pegarle una bofetada en toda la cara con la mano plana. Me alegro de tener las manos de tamaño considerable en este preciso instante.

Él no opone resistencia, supongo que ya se lo esperaba.

–Eres un cerdo– escupo, mirándole de arriba abajo.

–Meri, enserio, yo...– intenta hablar Rebeca.

–¡Cállate, hija de la gran puta!

El rostro de Andrés es un poema. Le he dicho que íbamos con mis amigos al Paseo Marítimo. Nunca le conté que se acostaron juntos después de que yo hubiese salido con él.

–Soy Rebeca, por cierto– dice ella, tendiéndole la mano temblorosa a mi cuñado, intentando ignorar mi cara de asesina.

–Y yo Jorge– imita el gesto el otro, esquivándome.

Andrés no coge la mano ni de uno ni de otro, tan solo me mira de reojo intentando que le salve de las garras de los gilipollas que tiene delante.

–Os iba a asesinar justo aquí delante– murmuro–, pero es mejor esperar a que termine la noche. Prometo olvidarme durante estas próximas siete horas de vuestro encuentro y voy a hacer como si fueseis mis mejores amigos. Y vosotros lo mismo. Como vea un puto roce entre los dos os arranco la cabeza de cuajo y os la meto por el culo sin piedad.

Los dos sonríen a la vez que asienten. Soy demasiado buena y comprensiva a veces. Debería cumplir mis promesas, a lo mejor, para ser más temerosa.

–¿A dónde le llevamos?– pregunta Rebeca, mirándome como un cordero degollado.

Contengo las ganas de pegarle un puñetazo.

–Al Lonely Night.

–¿En serio? ¿No tenía que ser la mejor noche de su vida?– interrumpe Jorge, al que fulmino con la mirada y levanta los brazos, en señal de rendición.

–¿Eso qué es?– pregunta Andrés, cada vez más perdido.

–Un bar chill out de copas– aclaro, tomándole de la mano y arrastrándolo.

Los dos traidores me siguen, esperando que yo les indique el camino.

–Vosotros dos delante, así os puedo observar– indico, imitando el tono de voz de un Sargento de las Fuerzas Armadas.

Tanto Rebeca como Jorge obedecen mi orden y se colocan donde yo pueda controlarles.

Cuando llegamos al Lonely Night, Andrés suspira.

El Chef (2015)Where stories live. Discover now