CAPÍTULO 180

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Un monje obedientemente mudo.


En el diecisieteavo día del primer mes, los rayos de la luz del día irradiaban un débil resplandor.

Yu Qingze ajustó su guan y ordenó sus túnicas mientras esperaba que su familia guiara al caballo hacia él. Cuando llegó, montó sobre el animal y galopó en dirección a las puertas del palacio.

(N/T: fue uno de los cuatro oficiales más poderosos durante la Dinastía Sui, también conocido como el Duque de Lu y General de Shizhou.)

Madam Zhao, su esposa, había venido a despedirlo en persona.

—Mi Señor, por favor cuídese y regrese seguro.

Yu Qingze le asintió a su esposa, se enganchó a su caballo y partió.

Antes del Año Nuevo, la guerra entre la Corte Imperial y el ejército Göktürk había llegado a una tregua. Acababa de regresar de las líneas frontales para reportar sus deberes al Emperador, lo cual coincidentemente también fue en el Festival de las Linternas. Por tanto, con poca antelación, se le pidió estar de guardia para escoltar al Emperador.

Hoy, había bastantes personas que eran como Yu Qingze, pero al menos no eran un número substancioso.

No hacía falta decir que todos aquellos que estaban lo suficientemente calificados para unirse al Emperador en el Día del Cumpleaños de Buda eran sus súbditos más altamente estimados y confiables.

Casi todos los súbditos de la Corte que usualmente participaban en los debates gubernamentales y en las estratagemas de la guerra estaban presentes.

Esta vista no era ninguna excepto la prueba sólida de la actitud seria del Emperador hacia la oración para pedir bendiciones.

Después de lo que había sucedido el día anterior, ya sea para confesar el arrepentimiento hacia los Cielos o para consolar los corazones de las personas comunes, no obstante, el Día del Cumpleaños de Buda era una gran oportunidad para demostrar el florecimiento de la Dinastía Sui hacia sus súbditos y su gente.

Mientras todos los súbditos se reunían en la hora sagrada, serían enviados en grupos, desde la puerta sur hacia el Callejón Jingshan, donde se ubicaba el Templo Daxingshan.

La nieve que se reunía a ambos lados del callejón ya había sido despejada, aún había una gruesa manta de esta en la cima de los tejados, pero no estaría obstruyendo su viaje.

Los restos del hielo blanco como la nieve retrocedían bajo los graduales rayos resplandecientes del sol, como si todos los malos presagios se derritieran para darle la bienvenida a un nuevo comienzo.

Un sirviente, He Zhong, levantaría su cabeza solemnemente para ser saludado por una vista completa de luz.

Él no se atrevía a observar por un momento más largo. Rápidamente, su mirada cayó y observó hacia adelante, los pasos siguiendo a la Carroza Imperial mientras procedían. No pudo evitar exhalar un suspiro internamente.

He Zhong sentía que su humor se había iluminado abundantemente.

Desde ayer, después de que el Perro Celestial se comiera al sol, un hilo había sido halada con firmeza en su corazón.

Él no era el único. Los súbditos y oficiales del Palacio Daxing tampoco se atrevían a bajar su guardia.

Desde el año nuevo, ninguno había visto al Emperador sonreír ni siquiera una vez.

La Emperatriz estaba postrada en cama dentro del palacio y, hasta ahora, raramente se mostraba.

En la noche del Festival de las Linternas, un incidente terrible sucedió en la mansión del Príncipe Qin.

Inigualable [WS]Where stories live. Discover now