CAPÍTULO 3

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Cuando él está aquí, es como si Dios y Buda mismos estuviera aquí.


Opuesto a la Mansión Qiushan, en la esquina Noroeste de la Ciudad Liugong, había un Templo Taoísta llamado Zixia.

Esto templo se había construido durante la antigua dinastía, pero cuando el viejo Maestro falleció, casi todos los taoístas del templo que estaban por debajo de él se fueron. A medida que transcurrían los años, las oraciones y el incienso decaían, y su nombre se desvaneció paulatinamente. Es posible que los jóvenes de esta ciudad no lo hubieran escuchado.

Toda decadencia se detuvo con la llegada de un nuevo Maestro de Templo.

En el tercer día del tercer mes, era el cumpleaños del Dios Xuanwu.

(N/T/E: también identificado como el Dios del Norte, es una deidad taoísta del más alto rango y es particularmente reverenciado por los artistas marciales.)

En ese auspicioso día, los visitantes rodeaban el Templo Taoísta Zixia. Prácticamente, la mitad de la Ciudad Liugong se había reunido aquí. En el interior del templo, todos sostenían tres varas de incienso. En el exterior, los vendedores ambulantes, quienes estaban bien informados con las noticias, ya habían preparado varios desayunos y fruta fresca para aquellos que se apresuraban a conseguir el incienso.

De haber sido hace dos meses, nadie habría imaginado que este templo casi abandonado volvería a alzarse, similar a un árbol marchito, cuya vida se había restaurado, dándole la bienvenida a tantos visitantes y creyentes. Estaba claro que este seguía siendo el mismo Templo Taoísta y, ni siquiera era necesaria una remodelación. Como máximo, únicamente reemplazar algunas tejas antiguas del techo, las cuales goteaban agua cuando llovía, y remover todas las malezas dispersas alrededor del lugar. Sin embargo, para los ciudadanos locales, el humo de las varas de incienso era tan denso como siempre y el aroma a sándalo llenaba todas las esquinas del templo. En comparación con el previo, parecía un poco más sagrado.

Las montañas no necesitan ser muy altas, siempre que los Inmortales residan en ellas, las aguas no precisan ser muy profundas, siempre que los dragones vivan entre ellas. Se estimaba que todo esto solamente había sucedido por la llegada del nuevo Maestro de Templo.

Madam Zhang estaba sosteniendo firmemente el incienso que acababa de encender en el soporte de piedra de una lámpara de aceite y, con gran dificultad, se abrió paso a través de la multitud de personas. Todo con el propósito de colocarlo en el gran incensario del centro del patio y rezar por la seguridad de su familia en este año.

Aunque había mucha gente, nunca pensó en retirarse. Al contrario, se culpó a sí misma por llegar tarde y sintió que los dioses podrían disgustarse debido a su comportamiento. Se dijo que, cuando terminara su cometido, preguntaría su fortuna y convencería a ese pequeño sacerdote taoísta con su mejor habilidad para hacer que el Maestro de Templo se la leyera personalmente.

Después de media hora, finalmente logró colocar sus varas de incienso, les expresó su gratitud a los dioses y brindó su ofrenda. En ese momento del día, el sol ya estaba en lo alto del cielo. El maquillaje de la mujer Zhang, arruinado por el aire húmedo en el templo, estaba empezando a caerse con ligereza. Los ruidos bulliciosos aún continuaban rodeándola y los hombros se rozaban contra otros. Muchas personas eran similares a ella, nunca intentaron retroceder. En cambio, estaban felices y sentían que habían completado una importante tarea sagrada.

Madam Zhang vivía en el Este de la ciudad con su marido, quien tenía dos tiendas de ropa en la localidad. Su situación era muy estable, además, compartía una buena relación con su esposo. Por desgracia, fueron desafortunados dado que solo tuvieron un hijo cuando ambos se encontraban en su mediana edad. Lo trataban como las perlas de algún tesoro invaluable, pero quién podría saber que, dos meses más tarde, su hijo tendría una fiebre y casi fallecería.

Inigualable [WS]Where stories live. Discover now