XIX. A comparación de ti

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A veces cuando estas enojado —o celosa— dices cosas sin pensar, sin detenerte a analizar las consecuencias de tus palabras sobre la situación o sobre la persona a la que se lo dices.

—Suerte con tu "novio" —solté sin pensar.

—¡Oh no! ¡No tienes derecho a reclamarme nada! —volteó molesta.

—¿Qué? No te reclamé nada

—Tus palabras tal vez no, pero tu tono sí —reclamó.

—¿Piensas volver con él? —me crucé de brazos.

—No es de tu incumbencia.

—Tú puedes "indagar" en mi relación ¿y yo no? —alcé las cejas.

—No, no puedes —sentenció.

—Eres increíble —reí sarcásticamente.

—Al menos él se quedó y no se marchó —sus ojos no reflejaban más que enojo.

Golpe bajo, y dolía más porque ambas sabíamos que tenía razón.

Iba a contestarle, pero el sonido de un celular nos interrumpió; mi celular.

—No hagas esperar a tu esposo —y como siempre, tuvo razón. Era él.

Cuando descolgué el teléfono ella ya se había marchado.

[Meredith]

Al salir de aquella oficina me acompañó un nudo en la garganta. La quería tanto que dolía.

—Mere-

—Ahora no —contesté sin detenerme.

Abrí la puerta del almacén de suministros médicos y la cerré detrás de mí, me recargué en la puerta y me deslicé hacia el suelo, escondiendo mi rostro entre mis rodillas en un intento por tranquilizarme.

Inevitablemente comencé a hiperventilar.

[...]

Todo está bien, en serio.

—Mer, sabes que me puedes hablar en cualquier momento.

—Lo sé. Anda, se te hace tarde —me levanté de la cama.

—Bien, cuídate —habló al otro lado de la línea.

Tú también —guardé silencio unos breves segundos y corté la llamada.

Arregle la cama e ingrese al baño. Después de algunos minutos salí y comencé a vestirme.

—¡Mamá! —entró Zola corriendo al dormitorio.

—¿Qué pasó? —indagué mientras me veía al espejo.

—La tía Amelia intentó amarrar las agujetas de Bailey pero les hizo un nudo extraño y ya no lo puede deshacer —comentó preocupada.

Suspiré.

—Anda, vamos a ayudarle —la guíe tomándola de la espalda.

—Zola, ven a ayudarme —pidió Amelia con la vista fija en los pies de mi hijo; estos colgaban de la cama y Amelia estaba en el suelo sentada, tratando de desatar los cordones— antes de que Mer...

—¿Qué yo qué? —me crucé de brazos mirándola, fingiendo molestia.

Inmediatamente volteó hacia arriba para observarme.

—Mer... —sonrió nerviosa.

—Anda, muévete —me reí y me senté en el piso junto a ella— Zola ¿Podrías ayudar a Ellis en lo que resolvemos esto? —pregunté con la vista fija en los zapatos.

—Si mamá.

—Entonces... hoy llega Maggie ¿Cierto? —curioseó.

—Creo que sí, honestamente he estado un poco perdida sobre en que día vivo— admití mientras trataba de desamarrar el nudo.

—¡Ya quiero ver a la tía Maggie! —exclamó Bailey.

—Muero porque nos cuente todo sobre la luna de miel —dijo emocionada.

—Yo también ya quiero verla —le respondo a ambos— listo, ya está —suspiro mientras los dos voltean hacia los pies que cuelgan de la cama.

—¡Gracias mamá! —Bailey me abraza rápidamente y se levanta para salir de la habitación.

—Gracias Mer —ríe.

—¿Viste como lo hice?

—No...

—Dios, Amelia. Vámonos que se hace tarde.

[...]

—Se respira el espíritu navideño —dice Alex al llegar a nosotras.

—Ni que lo digas... —volteo a mi alrededor viendo los adornos que están siendo colocados por el hospital.

—Me gusta la navidad — acepta Amelia mientras copia mi acción.

—La navidad es linda —mencionan a nuestras espaldas.

—¡Pierce! —Amelia sonríe— ¿Cuándo llegaste?

—Hace un rato, pase a la casa a dejar todo y darme un baño.

—¿Y Winston? —indagué.

—Llega en un rato, se le hizo un poco tarde.

—¿Cómo le fue? —Alex se une a la conversación.

—De maravilla, fue... relajante —alzó las cejas.

—Que envidia... —admite Alex— de la buena, Pierce.

—No te creas, ya empezaba a extrañar el hospital —recorre el sitio con la mirada

En ese momento se escuchan unos tacones acercándose hacia nosotros.

—Es bueno tenerte de regreso Pierce —Addison sonríe sin detenerse, solo disminuye la velocidad.

—Gracias doctora Montgomery, es bueno estar de vuelta —le devuelve el gesto y ella continua su camino.

—Si bueno... —dice Alex mientras consulta su teléfono— Miranda nos quiere ver a todos en la sala de juntas.

—¿Y eso? —pregunto.

—No lo sé —encoge los hombros.

—Pues vamos, no se nos vaya a hacer tarde —alienta Maggie.

Caminamos hasta la sala de juntas y al parecer éramos los últimos en llegar. Tocamos y al pasar sentí la mirada de todos sobre nosotros; la de Addison exclusiva en mí.

—Hasta que llegan —suelta Miranda— pasen —indica.

Los cuatro pasamos y tomamos asiento en las sillas libres.

—Como les decía —prosigue— este año se tiene planeado una cena por navidad. Aprovechando que estamos la mayoría.

—Miranda y yo lo hemos discutido y creemos que sería algo bueno para todos —menciona Callie— además, un intercambio no estaría mal ¿no? —sonríe mientras me mira.

The lastWhere stories live. Discover now