LXIV. Destellos de nosotras

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Tuve una larga cirugía durante la madrugada. Había llegado un paciente un poco antes de irme a casa, así que tuve que entrar a operar y la cirugía se prolongó más de lo esperado, hasta que finalmente, cuando el sol comenzaba a hacerse presente apenas, pude finalizar y salí del quirófano.

Caminé hasta el baño de mi oficina mientras los pasillos a mi alrededor se mantenían más tranquilos que de costumbre, haciéndome sentir más sola.

Empujé la puerta del baño y me puse frente al lavamanos para lavarme el rostro, pero no pude evitar ver mi reflejo en el espejo, y fuera de que los años habían pasado sobre mí, algo que era evidente. Pero, había algo más. Algo aparte de las evidentes ojeras debajo de mis ojos. Había algo en mí que ni siquiera podía describir. Algo mas allá del evidente cansancio físico y la falta de sueño.

Era como si hubiera perdido algo.

—Grey... —mencionaron después de abrir la puerta, interrumpiéndome.

—Richard, hola —saludé sin mucha energía.

Cerro la puerta despacio y caminó hacía mí.

—¿Qué haces aquí?

—Tuve cirugía durante la madrugada —informé—. No pude ir a casa. Prácticamente acabo de salir de quirófano.

—¿Todo salió bien? —preguntó cauteloso.

—Si... solo queda esperar a ver como se recupera —me sacudí las manos y me recargué en el lavamanos.

—¿Tienes otra cirugía programada? —preguntó a mi lado.

—No, al menos no en las tres horas siguientes. O eso espero —suspiré y me solté el cabello. Tantas horas en ese quirófano, la falta de sueño y el cabello recogido tanto tiempo habían logrado darme dolor de cabeza.

—¿Por qué no vamos a desayunar? —propuso y volteé a verlo con sorpresa—. Solo tengo que checar un par de cosas y estoy libre ¿Qué opinas?

Quería decir que no, pero lo pensé.

No quería ser cuestionada y estaba muy cansada como para mantenerme despierta. Pero lo cierto es que moría de hambre.

—Bien, muero de hambre —finalmente acepté.

—Perfecto —comentó mientras abría la puerta—. Regreso en unos minutos. Mientras piensa en algunas ideas sobre el desayuno.

Dicho esto, salió del baño, dejándome sola de nuevo.

Me di la media vuelta para volver a mirarme en el espejo, pero cuando me di cuenta que me estaba sumiendo demasiado en mis pensamientos decidí salir de ahí.

Me estiré una vez que estuve afuera y no pude pasar por alto la pequeña molestia que se albergaba en mi cuello.

Solo que ahora nadie lo arreglaría.

Creo que estaba tan mareada que comencé a ver destellos de luz, así que opté por sentarme en el sofá y esperar a Richard.

Y es que honestamente no podía dejar de pensar en lo sucedido. La situación se repetía constantemente en mi cabeza. Él, ella.

La sensación indescriptible que se albergó en mí cuando los vi salir de esa habitación sigue regresando a mí cuando recuerdo todo. En menor proporción, porque dudo que algo pueda igualarlo.

Ni siquiera sé que fue peor, si eso o aquella pelea que ni siquiera quería recodar a profundidad. Porque de alguna manera siempre estaba ahí, presente en mi mente.

Había tanto de nosotras en esta habitación, bueno y malo. Creo que mas bien medio bueno y malo. Porque todos los buenos recuerdos vivían eternamente fuera de esta oficina, ninguno tenía lugar aquí. Al menos ninguno particularmente bueno, no del todo.

Me recosté en el sillón mientras esperaba, aprovechando para descansar algunos minutos. Y justo cuando comenzaba a caer dormida pude escuchar que la puerta se abrió, pero estaba demasiado cansada como para abrir los ojos. Honestamente, egoístamente esperaba que Richard me viera lo suficientemente cansada como para no molestarme.

Oí su respiración alejada. Y se mantuvo ahí por un par de minutos.

Después dejé de escucharla y oí el sonido de la puerta al cerrarse.

Supuse que me hacía dormida y decidió marcharse, así que traté de dormir. Pero algunos minutos después sonó una notificación en mi teléfono, por lo que tuve que abrir los ojos y con algo de esfuerzo los mantuve abiertos mientras sacaba mi teléfono del bolsillo para responder.

Lo desbloqueé y en eso la puerta fue abierta nuevamente.

—Listo —avisó desde la entrada.

—Pero... —me incorporé confundida mientras trataba de preguntar: ¿no ya habías venido?

Vamos, Meredith —me alentó mientras yo seguía tratando de preguntar—. ¿Ya pensaste en algo para desayunar?

Ni siquiera recordaba que me lo había pedido.

Me levanté adormilada y confundida, y caminé hasta él para después comenzar a seguirlo.

Salimos del hospital y caminamos a los alrededores del hospital buscando algún restaurante, no queríamos alejarnos mucho por si surgía algo. Y yo opté por no preguntar sobre la razón que lo había hecho regresar. Porque estaba demasiado segura de que no lo soñé. En verdad oí la puerta abrirse, hasta oí la respiración que se quedó a varios metros de mí.

Como sea, moría de hambre, así que traté de ignorarlo.

Aunque me quedé con la duda.


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